Diversos tipos de relojes modernos y su complicado mecanismo


Entre varios sistemas y aparatos empleados para medir el tiempo ninguno aventaja al reloj, ingenioso mecanismo que, en cuanto ha llegado a entenderse, nos dice exactamente qué hora es, sin tener necesidad más que de fijar la vista en él. Hay relojes de muchas clases. Algunos andan durante años enteros con sólo darles cuerda una vez; a otros debe dárseles cuerda cada ocho días; a otros, finalmente, cada día; pero así este detalle, como el de la particular construcción interna de las diferentes clases de relojes, no hacen a nuestro intento, pues sólo hemos de fijarnos en el efecto que producen, y éste es el mismo en todos ellos. Todo reloj consta de cierto número de ruedas tan regulares en su movimiento que siempre emplean en él idéntico tiempo. Al dar cuerda a uno de esos antiguos relojes de pesas, quedan enroscadas unas cuerdas o cadenillas alrededor de un rodete; a un extremo de estas cuerdas están suspendidas las pesas, las cuales, por su propio peso, producen el mismo efecto que si una persona tirase del extremo en donde éstas se hallan, para hacer desenroscar la cuerda del rodete. Algunas ruedas del reloj tienen dientes, los cuales, al engranar con los dientes de otras ruedas, imprimen a éstas su movimiento, haciendo que rueden al mismo tiempo, aunque no todas con igual rapidez, puesto que el número de dientes de las ruedas no es el mismo en todas ellas; de lo que resulta que, mientras una rueda da una vuelta en sesenta segundos, es decir, en un minuto, otra, para dar también una vuelta, necesita una hora o, lo que es lo mismo, sesenta minutos. Todo este complicado mecanismo de ruedas no tiene otro objeto que dar a las agujas o manecillas un movimiento alrededor de la esfera.

En los relojes hay una porción de piezas que se hallan en constante movimiento. La primera es el péndulo, que sirve para regular la marcha, de modo que el reloj no ande ni demasiado de prisa, ni demasiado despacio. Cuando va demasiado aprisa se desenrosca el disco o lenteja que constituye el péndulo y se lo hace descender poco o mucho, según sea necesario: entonces el péndulo se alarga, y por tanto se mueve más lentamente. Si, en cambio, va demasiado despacio, se enrosca el disco del péndulo, o, lo que es igual, se acorta el péndulo, y entonces éste se moverá más aprisa y dará más rápido movimiento al reloj. Hay relojes que no tienen péndulo, y en los cuales un resorte hace sus veces. En este caso, para regular la marcha, en vez de alargar o acortar el péndulo, se ha de mover una saetilla que está en contacto con el resorte. Empujada dicha saetilla hacia la derecha, oprime más el resorte, y el reloj anda más aprisa; empujada hacia la izquierda, queda el muelle más flojo, y la marcha del reloj es más lenta. Tanto los grandes relojes de pesas como los de resorte, y aun los más diminutos relojes de bolsillo, cuyo resorte no es más grueso que un hilito de acero, todos se mueven mecánicamente del mismo modo. La manecilla más larga, al ir dando la vuelta sobre la esfera, señala los minutos; la más corta, las horas.