Enviando el petróleo al mercado por medio de tuberías
En los primeros días de la industria, una de las dificultades que debían vencerse era el alto costo de transporte del petróleo. Los caminos eran malos, y los carreteros cobraban altos precios por transportarlo. También los barriles eran caros y no cabían muchos en un vagón de ferrocarril. Así fue que se construyeron tanques de madera primero, y de hierro después, que se colocaban sobre los vagones. Cada río, a su vez, disponía de una flotilla de barcazas que lo llevaban al mercado.
Al poco tiempo de haberse abierto los pozos de petróleo, se pensó en transportarlo al mercado por medio de tuberías. Los antiguos transportadores, al ver la amenaza que se cernía sobre su negocio, destruyeron los primeros tendidos de tuberías y organizaron, a veces, hasta motines. Pero el nuevo sistema resultaba tan eficiente y económico que continuó ^extendiéndose, y ahora hay miles de kilómetros de tuberías que corren -desde los pozos de petróleo hasta las refinerías, o hasta la costa, no solamente en Estados Unidos de América sino en muchos otros países productores de aceite mineral.
Cada cierto número de kilómetros de tuberías se instalan bombas poderosas que obligan al petróleo a seguir su recorrido. A veces la para-fina se acumula en las paredes interiores de los tubos hasta llegar a obstruirlos. Cuando esto ocurre se introduce en la tubería un aparato provisto de hojas giratorias muy cortantes. Mediante presión se hace avanzar la máquina a lo largo del tubo y así va raspando su interior hasta dejarlo limpio. Estos dispositivos se conocen con el nombre de “diablitos”.
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