El nitrógeno, vínculo gaseoso de todos los seres vivos


Bien conocida es la proporción dominante del nitrógeno en la atmósfera, donde ocupa cuatro quintas partes, por lo que nunca deja de estar en contacto con todas las manifestaciones de vida sobre la tierra. Pero esto no sucede solamente sobre la superficie, puesto que el suelo, siempre algo esponjoso, alberga buena cantidad de aire, y el nitrógeno contenido en éste es asimilado por las plantas verdes, en las condiciones que explicaremos a renglón seguido.

Como nosotros, los animales y los vegetales no pueden utilizar directamente el nitrógeno gaseoso del aire sino cuando se halla en combinación con otros elementos químicos. Denomínase fijación al proceso natural por el que se transfiere el nitrógeno del aire a las plantas. Existen ciertas leguminosas -término debido al hecho de que estas plantas producen legumbres, o sea frutos encerrados en vainas u hollejos- como los guisantes, el trébol y la soya, que crían, en el interior de nódulos especiales de sus raíces, determinadas bacterias, las cuales poseen la rara propiedad de asimilar el nitrógeno atmosférico. De esta manera, enormes cantidades de nitrógeno se fijan en el suelo de muchas regiones, mediante cosechas rotativas y abonos naturales o también fertilizantes artificiales.

Cuando en las habas, las judías, los garbanzos y otros vegetales se comenzaron a estudiar los aludidos nódulos radiculares, parecidos a bultos o nudosidades diminutas, pudo comprobarse una suerte de asociación natural entre estas leguminosas y las bacterias, en virtud de la cual aquéllas ceden a éstas azúcar y almidón, a cambio del nitrógeno fijado, con el que las plantas crecen y prosperan. Ahora bien, como los vegetales y los animales requieren nitrógeno -también llamado ázoe- para alimentarse, es éste un ejemplo más, entre los muchos que conocemos, de asociaciones entre seres de distinta especie y aun de distinto reino, que redundan en beneficio general.