FIRMEZA INCONMOVIBLE


Alístenes, filósofo griego, sobrino y discípulo de Aristóteles, nos ha legado un admirable ejemplo de sobrehumano tesón y constancia. Habiendo tenido en cierta ocasión la desgracia de provocar el enojo de Alejandro, porque no transigió con el fastuoso ceremonial que éste impuso a los griegos, ni se avino a adorarlo como a una divinidad, fue condenado a sufrir horribles tormentos.

Se lo encerró en una jaula de hierro, con las orejas, las narices y los pies cortados. Hallándose en tan lastimoso estado, contestó a su amigo Lisímaco -que lo compadecía en su desgracia-: “Cuando me veo en una situación en que necesito valor y fuerza, paréceme que estoy en mi elemento. Si hubiese venido al mundo sólo para el deleite, ¿para qué necesitaría tener un alma grande e inmortal?”