La familia de las ranunculeáceas, de tan bonitas flores
Esta familia de plantas ha dado al jardín algunas de sus más bellas flores; entre otras, las distintas especies de clemátides que engalanan las galerías, porches, glorietas, cenadores, etcétera, trepando por sus paredes y enrejados, y cubriéndolos de florecitas blancas o purpúreas. Estas últimas, de mayor tamaño que las otras, y las azules, provienen de algunas especies japonesas; y una de las mejores especies de clemátide blanca es la que se cría en las montañas de la India, de la que derivan algunas de las que ahora más se estiman. La clemátide carece de pétalos, pero sus cuatro sépalos son muy lindos. La espuela de caballero, llamada también delfinio, pertenece a esta misma numerosa familia; a menudo se encuentra en los huertos, y hasta en los campos de trigo. Tiene hojas recortadas hasta parecer un mechón, y un racimo de flores blancas, rojas o azules. Los delfinios que se cultivan en los jardines alcanzan casi siempre una altura elevada, a veces más de un metro, y terminan en forma de larga y gruesa columna cubierta de preciosas flores azules. En América del Norte se encuentra también esta planta en estado silvestre.
El eléboro pertenece asimismo a las ranunculáceas. Al eléboro negro, de la región alpina, se le llama a veces rosa de Navidad, por florecer en invierno y a causa de la forma de sus flores, aunque nada tiene que ver con los rosales. No obstante su nombre (que debe al color de su rizoma, antes usado en medicina), la inflorescencia de este eléboro es blanca y muy bella.
Hay otras flores, de diversos matices, verdaderos ranúnculos, conocidos vulgarmente como marimonas, que son de mayor tamaño que los de color amarillo llamados botones de oro. Provienen de Turquía y de Persia, países donde se cultivan desde los más remotos tiempos.
También pertenecen a esta familia las anémonas, entre las que se destaca la anémona común, planta de flores solitarias, acampanadas, blancas, rosadas, violetas o purpúreas.
Además, deben citarse la anémona llamada hepática y la anémona de Japón; esta última planta, de gran tamaño, tiene hermosas hojas y atractivas flores blancas o matizadas de rosa, mayores que las de otras especies de la misma familia.
La aguileña, el acónito y la peonía pertenecen también a la familia de las ranunculáceas, aunque su forma sea en general distinta de la de los ranúnculos. En la aguileña se nota cierto parecido con la vistosa espuela de caballero.
Desde las comarcas bañadas por las azules olas del Mediterráneo se propagó la peonía a diversos países, siglos ha, produciendo la grande y hermosa flor, de oscuro color carmesí, tan conocida. Junto a ella se veía únicamente una pequeña y blanca peonía llegada de Siberia, hasta que a fines del siglo xviii tomó posesión de los jardines una nueva especie procedente de China y de Japón, cuya planta alcanza el desarrollo de un verdadero arbusto y produce flores de los más delicados matices.
Pagina anterior: El alhelí es una planta de cultivo generalmente anual que procede del viejo mundo
Pagina siguiente: La violeta, de delicioso aroma y la trinitaria, otra planta herbçacea