La tuatara ofrece el aspecto de un reptil primitivo


Algo parecido fue lo que ocurrió con el esfenodonte o tuatara. En este caso tenemos en el transcurso de millones de años, casi el mismo tipo de reptil que el que fundó la familia. Es un animal de sesenta a ochenta centímetros de longitud, de color verde aceituna oscuro, con pintas amarillas y blancuzco en su parte ventral. Tiene patas y uñas como el lagarto, y está, como él, provisto de escamas, y a lo largo de su dorso presenta un pliegue cubierto de púas. Muchos lagartos cogidos por la cola o por una pata pueden separarse del miembro por el cual se los retiene, y la cola o pata arrancadas vuelven a reproducirse. La cola de la tuatara es frágil y ocurre con ella lo que hemos indicado: nace otra en su lugar.

La cabeza de la tuatara ofrece una particularidad sumamente curiosa. La boca está armada de dientes, no sólo en las mandíbulas, sino en todo el paladar; pero, en lugar de hallarse encajados en alvéolos, como los de los mamíferos, salen directamente de los huesos de las mandíbulas y del paladar. Cuando, andando el tiempo, esos dientes se caen, no vuelven a renovarse, como sucede, por ejemplo, con los de algunos roedores. Al llegar aquel caso, la tuatara queda definitivamente desdentada. Este reptil rincocefálido come pequeños animales; pero cuando pierde la dentadura se limita a quebrantar el alimento con los huesos de sus mandíbulas.