Una ballena que estuvo enterrada durante miles de años


Es probable que hubo un tiempo, en edades remotísimas, en que existió una especie de ballena más parecida a los mamíferos terrestres que las de ahora, con cuatro aletas en vez de dos. Poco a poco, estos seres han ido tomando una figura más semejante a la del pez, más propia para vivir en el agua. En algunas partes de América abundan tanto los restos de esos antiguos cetáceos, que los agricultores los desentierran y utilizan para construir cercados. Hará cosa de ochenta años, se descubrieron los restos de una ballena en un acantilado de la costa meridional de Inglaterra. Las rocas se habían desmoronado a consecuencia de una tempestad, y los pescadores hallaron un hueso, de 3 metros de largo, que sobresalía del acantilado. Al examinarlo, junto con otros restos, se averiguó que eran los de una ballena, de más de 20 metros de longitud, que había muerto hacía miles de años.

No todos los cetáceos tienen dientes; la ballena carece de ellos. La dentadura es lo que distingue ahora, unos de otros, a los cetáceos, y la diferencia que ofrecen en lo tocante a este particular es de suma importancia, porque de ella depende el tipo de alimentación adoptada por cada especie. Uno de ellos, la orea, tiene dientes muy fuertes, y se ha convertido en una especie de caníbal, pues devora a sus semejantes, además de comerse a las focas, a las medusas y a las jibias. Entre los cetáceos dentados figuran los cachalotes, y otras especies de menor tamaño. La ballena es de los que no tienen dientes, y es el más útil de todos, pues no sólo se saca de ella aceite, como de los cetáceos en general, sino también ese material córneo que se conoce igualmente con el nombre de ballena o barba de ballena.