Cómo protegen a sus pequeños la langosta de mar y el canguro
Las crías del canguro nos recuerdan las de la langosta de mar, por su modo de refugiarse en el regazo materno. Cuando la hembra de la langosta ve aproximarse algún enemigo, agita las pinzas a manera de aviso, y los pequeñuelos corren inmediatamente a cobijarse debajo de su cuerpo, de igual modo que los pollitos acuden al llamamiento de la gallina. El joven canguro necesita también la ayuda de su madre en los momentos de peligro; pero la hembra del canguro no se contenta con esconderlo en la forma que lo hace la langosta, sino que se lo mete dentro del saco abdominal y se lo lleva consigo al huir del enemigo. El pequeñuelo asoma únicamente la vivaracha cabeza por encima del borde de su blanda cuna, y, sin duda, sonreiría de satisfacción -si los canguros pudieran sonreír- al sentirse tan enteramente libre de todo riesgo. No son sólo los canguros los que gozan, cuando jóvenes, del privilegio de ser transportados de una manera tan cómoda; todos los animales comprendidos en el orden de los marsupiales se hallan en el mismo caso. Los marsupiales son seres que van provistos de esa bolsa o saco abdominal, en que llevan a sus hijuelos mientras éstos completan su desarrollo. Pero a las hembras de ciertos marsupiales les ocurre con frecuencia que, por ser tantos sus hijos, no es posible que los lleven a todos como lo hace el canguro. La zarigüeya dispone de un elemento de que carece el canguro. Posee una cola prensil, o sea una de esas colas que le sirven a su dueño para trepar por los árboles. La cola del canguro es de forma distinta, y la utiliza como sostén al erguirse sobre sus patas posteriores; tiene también otra utilidad, según echamos de ver al observar cómo juegan los pequeñuelos de ese animal.
Valiéndose, en efecto, de esa cola como punto de apoyo, se lanzan fuertes coces con sus patas traseras, muy robustas, sin que para ello necesiten abandonar la posición vertical. Este medio de combate, que los pequeños canguros van practicando mientras juguetean, será luego, cuando sus patas estén armadas de potentes uñas, una defensa muy eficaz contra los hombres y los animales, a los que tales patadas pueden herir gravemente. Asimismo, una porción de pequeñas habilidades que aprenden jugando las crías del canguro con sus patitas delanteras, les sirven, andando el tiempo, para fines mucho más serios. Cuando un canguro adulto tiene que echarse al agua, acosado por los perros, suele asir a uno de ellos y mantenerlo enteramente sumergido hasta ahogarlo. Éste es uno de los resultados que vienen a dar los juegos de los cangurillos.
Ahora bien, la zarigüeya utiliza su cola de muy distinto modo. Esta cola es parecida a la de los monos americanos, y puede decirse que, gracias a ella, disponen de cinco manos o pies. Cuando la zarigüeya trepa por un árbol, la cola se enrosca estrechamente alrededor de las ramas, sosteniendo al animal. Como los pequeñuelos también tienen cola, los que no caben en el saco abdominal se encaraman sobre el lomo de su madre, con sus colitas arrolladas a la suya, del mismo modo que lo hacemos nosotros con nuestras manos cuando nos agarramos de las correas en un tranvía o en un tren atestado de gente.
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