Otros entre los muchos animales favoritos del hombre


Uno de los más antiguos animales preferidos por el hombre es el conejo. Confucio, el gran filósofo y fundador de la religión que lleva su nombre, escribe acerca de estos animales 500 años antes de Cristo; de lo cual se deduce que el conejo debía de ser conocido en China en tiempos remotísimos.

Existe una opinión según la cual estos roedores vivían siglos atrás en América del Norte, y que de allí emigraron a Europa cuando el Viejo y el Nuevo Continente estaban unidos por tierra firme en el norte del Atlántico.

Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que este animal fue reducido a domesticidad hace muchos siglos, y que hoy existen infinitas variedades de conejos: pardos, grises, negros, blancos, plateados y de otros varios matices. Y una de las particularidades que más sorprenden es que el gran conejo de orejas largas descienda del pequeño conejo salvaje de orejas cortas y cuerpo reducido. No obstante, así es; y el cambio obedece sin duda a sistemas especiales de cría y a una inteligente labor de selección.

Hay conejos domésticos cuyas orejas miden cincuenta centímetros de largo por once de ancho, y que pesan más de nueve kilogramos, esto es, tres veces más que los conejos salvajes. Naturalmente, cuanto más voluminoso es su cuerpo, mayores son su osamenta y sus patas, a lo que se añade el tamaño mayor de la cabeza, aumentado por la magnitud de las orejas. Sin embargo, a pesar de su robustez, no son tan inteligentes como los conejos silvestres, pues éstos, que han de procurarse el alimento mediante su propia astucia, poseen más claro instinto que los que viven ociosos en la conejera, donde hallan su comida sin fatiga alguna.

Entre las razas obtenidas se encuentran: el conejo de Angora, llamado así porque su pelo es semejante al del gato del mismo nombre; el conejo de Flandes, de gran tamaño; y el ruso, de pelaje blanco, con la nariz, las patas y la cola, negras.

Otro animal que nos presta excelentes servicios es el conejillo de Indias, o cobayo, roedor americano. Esta graciosa bestezuela es sumamente tímida, no tiene cola y da chillidos agudos que se asemejan a silbidos.

Hay cobayos de diferentes clases: algunas, muy estimadas, de pelaje largo y sedoso; otras lo vienen completamente rizado, y no faltan las que con él imitan el caparazón de la tortuga, variando en unas y otras el color, que es a veces rubio y negro, y otras blanco y negro. Hay un conejillo de Indias blanco y rojizo. Los conejillos de Indias eran ya animales domésticos de los indios americanos, que los criaban para comer. Fueron llevados luego a otras partes del mundo, y hoy son muy utilizados como animales de investigación en los laboratorios científicos, prestando al hombre grandes servicios.

No hay animalillo más gracioso que el cobayo recién nacido. Los conejos corrientes nacen sin pelo, y con los ojos cerrados; pero esta especie de conejillo, apenas nace está ya provista de pelo y dientes, ve perfectamente y se desliza por dondequiera que pueda pasar la cabecita, introduciendo fácilmente su cuerpo diminuto y elástico, por lo cual, siempre que nacen nuevas crías, es necesario añadir alambres a la tela metálica de la jaula, pues de otro modo se saldrían por sus mallas.

Los pájaros son quizá los predilectos del nombre, y los que en todos los países alegran sus viviendas con la dulzura de su canto; mas, como ya hemos tratado detalladamente de estas avecillas en otros lugares de nuestra obra, haremos caso omiso de ellas para pasar a hablar de otros dos grupos de animales domésticos que, aunque no muy generalizados, pueden prestar buenos servicios: las tortugas y los erizos.

Es común creencia en algunos países que las tortugas devoran a los escarabajos, cuando en realidad sienten por ellos gran aversión; lo que hacen es destruir caracoles, lombrices y otros animales de distintas especies. Comen con fruición lechuga fresca, y en su defecto se contentan con hojas de col y otras hortalizas. Su alimentación es a veces intermitente, y así no es de admirar que estos animales, que viven muchos años, pasen largas temporadas invernales sin comer.

En los jardines europeos se halla la tortuga llamada de galápago común o tortuga palustre. El galápago suele excavar su guarida durante el otoño, entre los arbustos, disponiéndose así a pasar el invierno aletargado; pero si se lo conserva en invernadero, suministrándole abundante comida, pasará todo el invierno en estado de vigilia, esto es, letargo invernal.

Sucedió en cierta ocasión que una tortuga fue envuelta en unos trapos y colocada en un cesto para que en él pasase el invierno. Después de algunas semanas, un gato tomó por costumbre ir a dormir a aquel cesto; con su calor natural calentaba a la tortuga, y ésta, creyendo que había ya llegado el verano, se despertó. Una cosa análoga ocurre con las abejas, cuando se pone cerca de la colmena, durante la noche, una lámpara eléctrica.

Es espectáculo interesante observar al galápago cuando come. Su boca es semejante a la de una culebra o lagarto. No tiene dientes, sino dos mandíbulas córneas con las que arranca fácilmente los trocitos de hojas.

En los parques zoológicos se conservan ejemplares de tortugas colosales, que semejan enormes bultos ambulantes, de hasta 250 kg de peso; tienen una resistencia prodigiosa, tanto que pueden llevar sobre el caparazón a un hombre sin mayor esfuerzo.

El erizo es otro de los animales que domestican en varias regiones de Europa, estimándolo por lo curioso de su aspecto y propiedades y por la utilidad que reporta. Destruye gran cantidad de langostas, grillos, abejorros, escarabajos, larvas y orugas, gusanos, ratones y otros animales dañinos, y es en sí mismo un ser verdaderamente interesante. Desde la cabeza hasta los pies está cubierto de púas fuertes y duras, pero por debajo de éstas, cerca de su piel se extiende un pelo suave y caliente.

A la menor alarma se encoge, doblándose sobre sí mismo, oculta la cabeza y las patas y simula estar muerto, dispuesto en forma de gran bola espinosa a herir la mano del hombre o el hocico del animal que intentase dañarlo o apoderarse de él.

El erizo es fácil de amansar. Para ello basta colocarlo en un sitio conveniente; y si lo trata con bondad y cuidado, procurándole una vivienda oculta, resiste muy bien su cautiverio y se acostumbra a la presencia del hombre. Toma el alimento que le dan, y también lo busca él mismo en la casa, en el patio, en las granjas, en los graneros, etcétera.

Cuando llega el invierno, comienza su sueño invernal en algún agujero escondido al pie de un árbol o debajo de una roca; este sueño se interrumpe si la temperatura ambiente sube, y el animal aprovecha esa ocasión para comer algo, si bien sus movimientos son torpes y vuelve a dormirse en cuanto desciende la temperatura. Otro erizo, llamado erizo orejudo por la longitud de sus orejas, que miden aproximadamente la quinta parte del largo total del animal, vive en Egipto, donde se han encontrado, en las tumbas antiguas, estatuillas que lo representan con gran fidelidad.