Los hábitos del ruiseñor y por qué canta de noche y de día
Cuando leemos las obras de grandes escritores y poetas que han enriquecido la literatura de todos los países, tropezamos continuamente con los elogios por ellos prodigados al armonioso canto de las aves; y en muchos de los más dulces y conocidos poemas hácese referencia a ellos, si no les están por entero dedicados.
No cabe duda de que el más melodioso cantor de los bosques europeos es el ruiseñor; y, por lo mismo, conviene le dediquemos algunas líneas.
El ruiseñor es un pájaro afín al petirrojo y a los tordos cantores, y tiene unos 16 centímetros de longitud. Su plumaje es modesto, de color pardo en el cuerpo, y rojizo vivo en la cola; la cabeza y los ojos poseen tal belleza, que el sólo mirarlo nos recrea.
Desde que llegan a una región las hembras en la primavera, y mientras las cortejan, y ponen los huevos y los incuban, entonan sin cesar los machos sus maravillosas melodías.
Los machos empiezan sus trinos y gorjeos para atraerse a la hembra que han elegido, y, habiéndolo alcanzado, cantan mientras fabrican su nido. En tanto que la hembra permanece echada sobre los huevos, canta el macho noche y día para alentarla; pero así que los polluelos salen del cascarón, cesa el canto. El ruiseñor padre tiene también que ayudar a buscar orugas, huevos de hormigas, gusanillos y pequeños escarabajos para alimentar a sus hambrientos hijos, de suerte que no le queda tiempo para cantar. Parece haber perdido la voz, y sólo emite un graznido áspero que recuerda el croar de la rana. Si el nido ha sido robado poco después de la puesta de los huevos, canta el macho mientras construyen otro y hasta que empieza la incubación, pero raras veces lo hace mientras empolla la hembra una segunda nidada.
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