De cómo el confiado petirrojo canta alegre en la nieve
En los días primitivos, antes de que se conociera el vidrio, cuando las ventanas de las casas no estaban protegidas por cristales, los petirrojos penetraban en las viviendas y en ellas anidaban y encontraban su alimento.
A pesar de todos sus defectos, el petirrojo tiene cualidades muy recomendables. Casi todas las aves dejan de cantar cuando empiezan a sentirse los grandes calores del estío. Después de criar a sus pequeñuelos, mudan la pluma, y esta operación les produce un gran malestar que las obliga a enmudecer. El alegre petirrojo es el primero en reanudar sus interrumpidas canciones. Empieza a hacerlo a principios de otoño, y sigue cantando aun en los días nublados y tristes que preludian la llegada del invierno. Y sí, como suele ocurrir durante la estación de fríos y lluvias, lucen algunos días espléndidos, el petirrojo los saluda cantando con entusiasmo, como si quisiera decir al hombre, su amigo, que no repare en la aspereza y crueldad de los presentes días invernales, sino que piense en la época risueña que tiene en perspectiva, cuando, cantando a pleno pulmón, le anuncie que ha llegado la primavera prodigando sus ricos tesoros.
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