Es también muy interesante el estudio del sueño estival
Además del sueño invernal de los animales, existe el sueño estival, que ofrece no menos interés En los cálidos días de la canícula, todos hemos sentido cierta somnolencia, casi invencible, en las horas que siguen al mediodía, y son muchas las personas que, no pudiendo resistir a tan imperiosa necesidad, acostumbran dormir la siesta. Algo análogo ocurre con determinados animales, con la diferencia de que en ellos ese sueño no dura solamente algunas horas, sino todo el estío.
Los reptiles son los más propensos al sueño estival. El cocodrilo se prepara un lecho en el fango a cierta profundidad; éste se endurece con el calor solar, convirtiéndose en dura corteza a su alrededor, y el animal permanece allí dormido hasta que la lluvia hincha el río en que abrió su morada. Entonces rompe su envoltorio de fango y sale de él, estimulado por el hambre y dispuesto a devorar a la primera presa -hombre o bestia- que se ponga a su alcance. En la misma forma duermen ocultas ciertas serpientes durante el verano, a las que es peligroso molestar en su sueño.
El sueño estival no se circunscribe únicamente a los reptiles: ciertos peces duermen dentro del lodo; el agua del río se seca, el fango se endurece como una piedra, pero el pez sigue viviendo aletargado dentro de él, sin correr riesgo alguno. En tal estado es fácil arrancar un trozo de cieno endurecido que contenga uno de estos peces durmientes, meterlo en agua para que se reblandezca y quede el pez al descubierto, y echar luego a éste en un estanque o pecera, cuya agua tenga una temperatura adecuada. El pez despertará y reanudará su vida ordinaria.
De la misma manera, pues, que para evitar los rigores del invierno les es indispensable a ciertos animales entregarse al sueño invernal, les es preciso a otros muchos dormir durante la canícula. El ardiente sol de los trópicos abrasa la vegetación, dejando con vida tan sólo las raíces, y seca asimismo las corrientes. Si en tales circunstancias dichos animales quedasen despiertos, no teniendo qué comer ni qué beber, morirían de inanición, imposibilitados como están, por otra parte, de emigrar, como lo hacen las aves.
En consecuencia, no tienen otro recurso que el sueño estival, y pasan en él los días tórridos de la estación, hasta la llegada de los suaves y templados del otoño.
Este estado de letargo, durante el invierno en unos animales y durante el verano en otros, recibe científicamente los nombres de hibernación y de estivación, según se trate de uno u otro fenómeno. Se ha comprobado que antes de entrar en el período crítico, se producen cambios de orden glandular, y es evidente que todo el proceso de la hibernación y de la estivación va acompañado de cambios fisiológicos en el animal, cuya característica principal es el estado de sopor y disminución de las distintas funciones: el organismo parece haberse reconcentrado en el interior de sí mismo, como si las fuerzas que le quedasen fueran pocas para manifestarse en el exterior. Sin embargo, las particularidades de todo el fenómeno están aún mal estudiadas, y es poco lo que se sabe todavía sobre el tema.
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