Cómo intentó una boa constrictor estrujar y engullir al hombre que la alimentaba
Que la boa constrictor embiste e intenta inclusive comerse al hombre es cosa probada.
Una vez, al acercarse un guardián a la boa que tenía bajo su custodia, para echarle un pollo, sintió su mano alcanzada por los dientes del monstruo, que inmediatamente comenzó a arrollarse a su brazo y a su cuello. El infeliz quedó privado de todo movimiento, y con seguridad hubiera perecido a no estar presentes dos compañeros que rompieron los dientes del animal y lograron separarlo de los anillos con que envolvía a su víctima, a fuerza de tirar de ella.
Esto nos da una idea de la fuerza y ferocidad de dichos reptiles. En habiéndose adueñado de una presa, estrechan los anillos en que la aprisionan hasta romperle los huesos. Ni aun el abrazo del oso desarrolla esta terrible presión. Tales serpientes son, por supuesto, animales muy grandes. El pitón tigrino de la India alcanza unos seis metros y el de África Occidental o pitón de Seba, sobrepasa esa longitud en algunos casos; uno y otro tienen los cuerpos más gruesos que el muslo del hombre más corpulento.
Todas estas especies trepan a los árboles y se suspenden de las ramas por sus colas, como los monos americanos de cola prensil. Conservan los restos rudimentarios de sus extremidades posteriores. No son tan temidas como las especies venenosas, porque no suelen atacar al hombre, a no ser que se hallen muy hambrientas. Una de ellas, que figuraba en una colección zoológica, cogió y tragó un perro de lanas, claro está que después de prolongado ayuno.
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