De cómo el colibrí se suspende en el aire mientras liba el jugo de una flor
Según lo dicho en otros lugares, en ciertas regiones del globo los mamíferos y las aves se desarrollan de un modo especial. Los admirables colibríes habitan las regiones cálidas de América: Brasil, México y la República Argentina, y llegan excepcional-mente hasta Tierra del Fuego, en donde se encuentra una de sus especies. En cuanto a la belleza de su plumaje, ninguna otra ave les gana, pues lo tienen de tan lindos colores y vivos reflejos como el de las aves del paraíso, aunque son muy inferiores a la misma en tamaño. Los colibríes más grandes no pasan de ser diminutas avecillas; muchos tienen, desde la punta del pico hasta el extremo de la cola, seis centímetros, y los hay bastante más pequeños. Figuran en todo caso entre las aves más maravillosas y admirables.
Con razón dicen los prestidigitadores que la rapidez de la mano engaña a la vista. Observaremos que la presteza de los colibríes hace invisibles ciertos movimientos. Así lo confirma el testimonio de viajeros que han tenido ocasión de estudiar sus desplazamientos en las selvas tropicales. Es un espectáculo curioso el de la rápida visita que hacen estas avecillas a las flores de cuyo néctar liban. Su pecho, sus alas, su cola ofrecen a la vista del espectador maravillado, relámpagos instantáneos en los que fulguran los más brillantes colores. Diríase que pasa, lanzando sus reflejos a la luz del sol, un destello de piedras preciosas, sin que sea posible tener tiempo de enumerarlas y los ojos apenas el de vislumbrarlas. Detiénese el ave un corto instante sobre la flor, hinca en ella su pico, saca su larga lengua y absorbe el jugo, para pasar enseguida a otra, que le dará una nueva porción de su alimento cotidiano.
Todos cuantos han podido observar al colibrí en los bosques de su región natal se muestran asombrados de la rapidez con que estas aves se mueven. Agitan sus pequeñas alas haciéndolas vibrar, más bien que batirlas, y producen con ellas una especie de susurro que en algunos países les ha valido el nombre de zumbadores o sunsunes. Jamás se cansan de volar, salvo ciertas especies, cuyas alas son más débiles y que, como tantas otras aves, buscan su sustento posándose en los árboles. Pero la mayor parte de los colibríes se alimentan volando. Cierto que otras muchas aves lo hacen también, pero aquéllas, gracias al extraño poder de sus alas, se sostienen en el espacio mientras chupan los jugos vegetales de que se nutren. Éste es, sin duda, un trabajo maravilloso, dado su pequeño tamaño y débil apariencia.
Entiéndese que, en general, las aves no pueden volar hacia atrás; pero el colibrí es una excepción de esta regla. Puede hacerlo en un corto espacio. Al acercarse a la flor, inserta en ella su largo pico, mientras su cuerpo se sostiene en un nivel superior. Luego se echa hacia atrás, como si estuviera suspendido de la flor por el pico. Pero no es así; sus espléndidas aullas, actuando vigorosa y continuamente, lo mantienen suspendido en el aire, asemejándose A un pequeño y colorido helicóptero. Cuando queda agotado el jugo que liba, levántase de nuevo, retira el pico, apártase hacia atrás y se lanza como un rayo a otra flor próxima.
Algunos de ellos pueden girar en redondo en el aire, sobre sí mismos, mediante un solo movimiento; los hay que parecen ejecutar una danza al ir de un lado a otro, con tal viveza, que sobrepasan en agilidad y rapidez a las mismas golondrinas.
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