De qué modo maravilloso regresan a sus viviendas las aves de paso
No deja de causar cierta pena ver marchar en el otoño a esos pajarillos, que han alegrado los campos con su presencia durante el verano; pero, en compensación, sirve de consuelo el pensar que, salvo casos imprevistos, volverán en la primavera esos mismos animalitos. El tordo, por ejemplo, tornará a la misma mata en que hizo su nido el año anterior; y el avión o la golondrina anidarán cada año en el tejado de la misma granja.
A nosotros nos parecen iguales todos los pájaros de la misma especie, y, por tal razón, corremos el riesgo de incurrir en equivocaciones. Para evitar que esto ocurra, se han marcado con señales ciertos pájaros, y de ese modo se ha podido comprobar que habían vuelto al mismo lugar durante siete años consecutivos.
Pretenden algunos que el viento es lo que determina el rumbo seguido por esos pájaros, cuyas migraciones, por lo tanto, no son cosa que deba maravillarnos; y hasta cierto punto tienen razón. Es probable que en otoño los pájaros, al volar en dirección del viento, sean impelidos hacia el mediodía, y que las brisas primaverales los arrastren con rumbo al Norte. Acaso sea esto cierto; pero el viento no puede dispersar a la inmensa multitud de pájaros y repartirlos por todo un continente de manera que cada uno de ellos encuentre el punto adonde deseaba ir. El instinto que guía a las aves es tan seguro y admirable en las golondrinas o en los aviones como en las palomas mensajeras.
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