De cómo fueron llevados a Europa insectos de Nueva Zelanda para salvar el lúpulo


Tan grande es el valor de las cocínelas, que son enviadas de unos países a otros.

Un claro ejemplo lo tenemos en las cocínelas llamadas novius y quilocorus. El quilocorus es oscuro, con dos. manchas rosadas en la parte superior del cuerpo, y está considerado como el más efectivo enemigo de ciertas cochinillas que atacan los naranjales.

El novius tiene una historia muy interesante. Asolaba las plantaciones frutales de California una plaga de cochinilla acanalada; las autoridades, ante la magnitud del desastre, comisionaron a varios naturalistas para que buscasen, en diferentes regiones del mundo, enemigos naturales de este animalito, hasta que Albert Koebele halló al novius en Australia. Fue transportado y aclimatado en los Estados Unidos de Norteamérica, donde existe en la actualidad, en los laboratorios de entomología agrícola, una organización que se encarga de enviar colonias de estos animalitos a todos los lugares donde hay un principio de plaga de cochinillas.

Fue tan maravilloso el resultado obtenido, que se llevó otra gran cantidad de cocinelas de Nueva Zelanda a Inglaterra, para combatir los pulgones que se habían multiplicado de un modo amenazador en las plantas del lúpulo.

Por desgracia, no se obtuvo en este último caso un éxito tan feliz. El clima no sentó a los diminutos visitantes tan bien como el de su país natal. Los lúpulos pareciéronles demasiado altos y se negaron a subir más arriba de un metro sobre el nivel del suelo. Encontraron sin duda la labor muy superior a sus fuerzas, abandonaron gradualmente los lúpulos y se fueron trasladando a los arbustos de las grosellas que había en los planteles, llenos también de pulgones.

La elegante libélula es otro de los seres a quienes generalmente no sabemos comprender. Posee una cola en forma de aguijón, y, cuando se ve amenazada, la enrosca hacia arriba y hacia abajo como si tratase de picar, con lo que logra asustar a enemigos de superior tamaño y hasta a algunas personas ignorantes que procuran destruir el mayor número posible de ellas, por creerlas nocivas, sin saber que se perjudican a sí mismas. La libélula, aunque no puede picar ni lo pretende tampoco, es una especie de reina del mundo de los insectos. Se alimenta de otros insectos voladores, generalmente perjudiciales, y cuando la vemos lanzarse de un lado para otro en el aire, con la celeridad de un relámpago, en pos de sus presas, lo hace para prestarnos un señalado servicio. La habilidad que para fugarse posee es excepcional, siendo muy difícil atraparla al vuelo, ni aun siquiera con una red provista de mango muy largo.