¿Por qué despertamos siempre después de haber dormido todo lo que nos es necesario?


Importantísima es la pregunta, porque la respuesta que ha de llevar aparejada deberá decidir uno de los puntos más esenciales del cuidado de los niños. Hubo un tiempo en que se sustentaba la opinión de que los niños eran naturalmente perezosos y malos; y que la Naturaleza había hecho, por lo general, tan mal las cosas que para dar una esperanza a los niños era necesario que intervinieran las personas mayores en todo lo que los pequeñuelos sentían inclinación de hacer. Con esta teoría despertábanlos a una hora fija, como si todos ellos necesitasen la misma cantidad de sueño, o cada uno de ellos debiera dormir lo mismo todas las noches, como si todo sueño fuese de idéntica calidad y pudiera medirse por horas. Lo cual fue una equivocación de muy malas consecuencias.
Las personas que conocen el asunto, porque han pasado la vida estudiándolo, tienen la certeza de que un niño se despertará cuando su cerebro haya tenido todo el sueño que necesita. El despertar es el verdadero fruto del sueño. Un niño no podría dormir demasiado, porque tan pronto como el sueño ha hecho su trabajo, el cerebro debe despertar. Por otra parte, el ruido más ligero puede despertar a los niños antes que hayan acabado de dormir.
Si los niños no disfrutan habitual-mente del sueño que según su edad y complexión necesitan, perderán su natural alegría; de bulliciosos y juguetones, se tornarán en malhumorados y descontentadizos; y si sus padres o las personas encargadas de su cuidado no se dan cuenta de la causa de tal cambio y no ponen pronto remedio, habrán de lamentar más tarde las consecuencias de esta falta del sueño tan necesario.