¿Proviene la sensación de frío de una pérdida de calor en la sangre?


Nuestras sensaciones de calor y de frío proceden generalmente de la superficie misma de nuestros cuerpos. Nos guiamos por lo que ocurre en nuestra piel. Si ésta pierde el calor con rapidez, decimos que sentimos frío, y si por el contrario, lo pierde con demasiada lentitud o incluso recibe todavía más, decimos que sentimos calor. La sangre es casi siempre la causante de cuanto le ocurre a la piel; pero esto no quiere decir que, en casos especiales, no sea más afectada la piel por los agentes externos que por los internos, como cuando nos hallamos en una corriente de aire, o delante de una hoguera. Cuando sentimos frío, nuestra sangre no está fría; posee su temperatura normal; lo que ocurre es que sólo circula por la piel una cantidad muy escasa de ella, y por eso se siente frío. Cuando nos encontramos en un paraje muy frío, nuestro organismo dedica siempre la mayor parte de su sangre a conservar el calor de los órganos más importantes, como el corazón y el cerebro; y la piel, que no tiene importancia, comparada con aquéllos, es la que sufre la falta.

En ciertas enfermedades ocurren algunos fenómenos en extremo interesantes. En las fiebres palúdicas, por ejemplo, preséntase generalmente un estado espasmódico, cuando la persona atacada siente mucho frío. Palidece su piel y apenas circula la sangre por ella, y por eso siente frío. Pero, si nos tomamos la molestia de determinar la temperatura de su sangre, veremos que es muy superior a la temperatura normal.

La persona atacada se encuentra en el primer período de la fiebre. En el segundo, la sangre caliente afluye a los vasos de la piel, y la cantidad que por ellos circula y la temperatura que posee harán que el paciente sienta tanto calor como frío sintió antes. Trátase de la mayor o menor afluencia de sangre a los vasos de la piel.