¿Se desplaza más rápidamente el calor que el frío?


Uno de los hombres más sabios que han existido, Francisco Bacon, dijo que el secreto del saber no estriba tanto en poder contestar las preguntas, como en acertar qué preguntas deben hacerse y en qué forma deben formularse. El sabio Bacon preconizó la operación mental de la inducción -es decir, un razonamiento que va de lo particular a lo general, de los efectos a las causas- como uno de los métodos más apropiados para investigar y descubrir las verdades científicas. “Lo difícil para nosotros, dijo, es formular acertadamente la pregunta a la Naturaleza”. Esta sentencia merece un puesto entre las cosas más sabias que han dicho jamás los hombres. Ellos han aprendido con frecuencia grandes cosas, sencillamente porque alguien ha dicho “no podéis preguntar eso”, tratándose de una cuestión que han estado formulándose, ciertamente, por espacio de muchísimos siglos.

Ahora bien, esta pregunta es una de esas que no podemos formular, porque el frío no existe realmente. El frío absoluto sería sólo la ausencia absoluta de calor, pues lo que denominamos frío no es más que una disminución de calor que experimenta el medio en que vivimos, o un objeto determinado. Cuando una cosa se enfría, lo que le ocurre realmente es que pierde una parte de su calor. No podemos decir, por consiguiente, que el frío se desplaza, a no ser que nos refiramos a un viento frío, por ejemplo, o a una corriente de agua fría que circule por entre una masa de agua caliente. Pero podemos averiguar cuál es la velocidad de transmisión del calor, si nos referimos a la velocidad de transmisión de los rayos de calor o al calor radiante que sentimos al aproximarnos a un fuego o a una luz. Esta especie de calor es realmente la luz misma, y se mueve exactamente a la misma velocidad que ella. Pero del frío no podemos decir que se desplaza a una velocidad determinada, puesto que no existe realmente.