¿Por qué caminamos más desapcio cuando subimos una pendiente que cuando la bajamos?
Cuando caminamos por terreno llano, sólo tenemos que vencer la resistencia del aire y el peso de nuestras piernas al levantarlas para echar el paso. Si caminamos cuesta abajo, necesitamos realizar un esfuerzo más pequeño todavía, porque, en cierto modo, lo que hacemos es caer, puesto que nos aproximamos al centro de la Tierra, que nos atrae. Sin embargo, a la larga, y en especial si la pendiente es muy grande, puede llegar a ser muy fatigoso el bajar, porque tenemos que guardar con cuidado el equilibrio. Esto es debido al agarrotamiento de los dedos del pie contra la parte interior de la extremidad del calzado, y al casi instintivo temor que siente nuestro cerebro de que podamos resbalar y hacernos daño. Cuando subimos una pendiente, el trabajo que ejecutamos es muy rudo, porque entonces tenemos que vencer los efectos de la gravedad, elevando nuestros cuerpos con el esfuerzo exclusivo de nuestros propios músculos. Por consiguiente, tenemos que realizar un esfuerzo mayor que el que la gravedad representa, y en sentido contrario.
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