¿Ha llegado ya a mostrarnos un microscopio electrónico los átomos que se mueven?


La respuesta es desde luego negativa, pero la pregunta es muy discreta, porque hasta hace muy pocos años se creía haber llegado a los límites de la visibilidad con los ultramicroscopios de luz ultravioleta. En realidad, a partir de 1886 los perfeccionamientos del microscopio apenas fueron de detalle. Con estos aparatos se lograron aumentos de algunos millares de veces, pero ninguna esperanza había de alcanzar a ver las partículas más pequeñas de la materia. En la actualidad las cosas han cambiado radicalmente: no podemos decir que se haya llegado a ver un solo átomo, pero sí podemos afirmar que se está en condiciones de ver cristales formados por unos cuantos átomos. Se ha llegado a construir microscopios capaces de aumentar un millón de veces el tamaño de los objetos. Piénsese un momento lo que significa semejante poder: un pelo de un milímetro de espesor sería visto por este instrumento como un monstruoso cilindro de un kilómetro de grueso.

¿Cómo fue posible este repentino e inesperado progreso? Por medio de los electrones. Estos microscopios no funcionan con la luz, como los que se utilizan comúnmente en los laboratorios; son enormes aparatos formados básicamente por tubos electrónicos, como los aparatos de radio. Y rayos electrónicos de enorme velocidad hacen allí las veces de los rayos luminosos en los microscopios comunes.

Estos microscopios electrónicos han abierto una gran puerta que permite penetrar en el secreto del átomo y la constitución de la materia.