¿Existen dos cosas exactamente iguales en el mundo?
Es ésta una pregunta que ha sido formulada a menudo por personas muy cultas y que por fin creemos poder contestar de un modo satisfactorio. Si queremos hallar cosas exactamente iguales, preciso nos será descender hasta las más sencillas. Jamás encontraremos dos religiones, ni dos hombres, ni dos animales, ni aun siquiera dos plantas, exactamente iguales. Hasta los seres vivientes más sencillos es probable que sean demasiado complicados para que exista una perfecta igualdad entre dos cualesquiera de ellos. Debemos, pues, prescindir del mundo de la vida, si queremos encontrar una similitud poco menos que absoluta.
En el mundo inanimado tenemos muchas más probabilidades de hallar lo que buscamos. Dos cristales de una misma sustancia pueden ser completamente semejantes, ateniéndonos a lo que nuestros medios de apreciar las cosas nos dicen; pero, si nos fuese posible afinar más y más estos medios, hallaríamos probablemente pequeñas diferencias. Mucho más iguales deben de ser los átomos de cualquier elemento, aunque el estudio del radio nos ha dado a conocer que los átomos de los diversos elementos pueden ser viejos o jóvenes y diferir, por consiguiente, entre sí.
Sólo se hallará una perfecta semejanza descendiendo hasta los electrones, los corpúsculos invisibles que constituyen los átomos de todos los cuerpos. Éstos son, al parecer, exactamente iguales por todos conceptos y en todas las épocas, cualquiera que sea el átomo que formen.
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