¿Por qué oímos mejor los sonidos de noche que de día?


Existen para ello varias razones. La primera es que, por disminuir de noche el número de sonidos, percibimos con mayor claridad y distinción los que se producen, pues no se confunden con otros, y las ondas sonoras que los traen no interfieren con las que producen los demás, y llegan con toda claridad a nuestros oídos.

Otra razón es que de noche se acrecienta la sensibilidad de aquéllos, lo cual nos permite oír los sonidos de un modo muy distinto. No quiere esto decir que nuestros oídos sean más sensibles mientras dormimos, sino que cuando estamos despiertos, pero próximos a dormirnos, se acrecienta en mucho su agudeza.

El mismo fenómeno ocurre cuando se está administrando éter o cloroformo a una persona para practicarle alguna operación quirúrgica. Así, pues, dos sonidos que, medidos por cualquier máquina desprovista de vida, tienen exactamente la misma intensidad, sonarán de muy distinta manera en nuestro oído, según los oigamos completamente despiertos, o cuando estamos medio dormidos, o hemos sido despertados de repente y nos hallamos estirando el oído para oír mejor. Este estiramiento es una cosa real: instintivamente, y sin darnos cuenta de ello, ponemos tenso el tímpano del oído, a fin de que vibre mejor al ser sacudido por las ondas sonoras, y de esta suerte se intensifiquen los sonidos.

También puede ocurrir que en ciertos estados atmosféricos se transmitan las ondas sonoras en el aire mucho mejor de noche que de día.