¿Por qué nos palpita tanto el corazón cuando tenemos miedo?
La contestación a esta pregunta se funda en nuestro conocimiento de uno de los hechos más importantes relativos al cuerpo humano. Los latidos del corazón obedecen a un impulso que parte de ciertas células nerviosas, contenidas en el propio corazón. Es posible, por tanto, que el cerebro esté distraído, dormido, y aun envenenado, sin que el corazón deje de latir.
Pero como los latidos determinan la circulación de la sangre, es preciso que el cerebro, por ser dueño del cuerpo, ejerza cierto dominio sobre esos movimientos del corazón. Existen, pues, nervios especiales que, partiendo del cerebro y pasando por ambos lados del cuello, van a parar a dicho órgano. Un par de ellos poseen la facultad de hacerlo latir más despacio y débilmente, así como el otro par sirve para acelerar e intensificar los latidos.
Cuando estamos asustados, el cerebro, mediante estos nervios, envía determinadas órdenes, cuyo efecto es hacer palpitar el corazón más de prisa y con más fuerza. Si hay algo que cause miedo a un ser viviente, lo mejor que éste puede hacer, en general, es huir. Ahora bien; corremos con el corazón acaso más que con las mismas piernas, y el secreto del maravilloso funcionamiento de nuestro cuerpo estriba en que ese aumento de fuerza y de rapidez en los latidos del corazón, cuando estamos asustados, responde a las disposiciones que tomamos instintivamente para echar a correr.
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