¿Por qué no se quema el agua, como el aceite?


Hay ciertas clases de aceites y de alcoholes, cuyo aspecto es el del agua, y que no obstante arden. Se comprende, pues, que durante muchos siglos le pareciera a la gente un misterio inexplicable el hecho de que, en tanto ciertos fluidos apagan un fósforo encendido, otros ardan.

Ahora conocemos perfectamente la explicación; pero, hace tan sólo dos siglos, ni siquiera los más grandes sabios habrían sido capaces de idear una contestación a la pregunta que encabeza este párrafo. Ignoraban, efectivamente, en qué consiste la combustión; y sin haber estudiado, antes que todo, dicha combustión, no es posible, claro está, hacerse cargo del motivo a que obedecen las diferencias observadas entre las varias sustancias.

Sabemos ahora que el acto de arder, o sea, la combustión, consiste en la combinación química de ciertos elementos con el oxígeno. Estos otros elementos pueden absorber una cantidad determinada de oxígeno, y cuando la han absorbido están completamente quemados, y no pueden ya arder más. El agua no arde porque ya ha sido quemada, puesto que es el producto de la combustión del hidrógeno en el oxígeno. El aceite y el alcohol arden porque contienen gran cantidad de átomos que pueden combinarse con el oxígeno, aunque todavía no lo hayan hecho. En los aceites y alcoholes esos átomos son sólo de dos clases, de hidrógeno y de carbono; pero justamente tienen una propensión muy grande a unirse con el oxígeno, y constituyen, por tanto, combustibles muy buenos. Si pudiésemos examinar detenidamente los gases que se desprenden de una lámpara o de una vela, veríamos que se componen principalmente de anhídrido carbónico y de agua en forma de gas, es decir, de los productos de la combustión de las moléculas del hidrógeno y del carbono.