¿Hay habitantes en la Luna?
Desde luego podemos afirmar que la vida, tal como la entendemos nosotros, no puede existir en la Luna. En el supuesto de estar habitada, ha de estarlo por una raza de seres enteramente distintos de todos los que conocemos en la Tierra; porque todos los que con el hombre conviven en nuestro planeta, necesitan para desarrollarse condiciones semejantes a aquellas en las que vivimos. Por ejemplo, necesitamos aire, dependemos del clima, y nuestra complexión y estatura la debemos a la densidad de la atmósfera. Si ésta aumentase, andaríamos encorvados, sin poder estar derechos ni levantar el menor peso; si, por el contrario, disminuyese, podríamos saltar por encima de las montañas, y lanzar grandes pesos al aire.
Ahora bien, como está demostrado que en la Luna no hay atmósfera, la clase de seres que pudieran habitar nuestro satélite deben diferir de nosotros, ante todo, en lo relativo a la respiración. Deben carecer de narices y pulmones. Por lo que a sus ciudades respecta, sus edificios deben ser eternos, pues ni puede corroerlos el aire, ni perjudicarlos la lluvia, ni cuartearlos el rayo. Las ventanas de vidrio deben ser desconocidas, pues no habiendo viento ni lluvia, ¿para qué se necesitan? Las cocinas y fogones no tienen tampoco objeto, porque como no hay aire, ni arde el fuego ni las cerillas se encienden. Las personas que transiten por las calles deben ser todas mudas, pues, sin aire, el hablar se hace imposible; ni harán tampoco ruido con los pies, ni los vehículos con las ruedas, porque tampoco el sonido puede transmitirse sin tan importante elemento. Si fuese posible disparar en la Luna al mismo tiempo todos los grandes cañones existentes en la Tierra, harían menos ruido que una aguja al caer sobre un trozo de terciopelo. Aunque abunden en ella las flores más ideales, carecerán de olor; y de nada servirá que las aves entonen canciones melodiosas en las ramas de los árboles, pues no se oirá ni una nota. Inútil será asimismo que los habitantes griten con todas sus fuerzas, porque no saldrá de sus labios el menor sonido.
Será una ciudad desprovista de ruido, de agua, de aire; ¡silenciosa como una tumba, incorruptible y eterna!
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