¿Cómo es posible que unas cuantas varillas de hierro sostengan el peso de un puente colgante?


Ante todo, esto depende de la calidad del hierro. Nadie se fiaría mucho de un puente colgante, construido con hierro de calidad ordinaria. Pero, si le mezclamos al hierro cierta cantidad de carbono, y lo trabajamos convenientemente, obtenemos una nueva clase de hierro, que recibe el nombre de acero, mucho más resistente que aquél, y que es el que se emplea en la construcción de los puentes. Nadie es capaz de decir por qué el acero posee esa admirable cualidad, en la que se basa la teoría de los puentes colgantes. Lo único que sabemos es que el acero posee un poder admirable de resistir toda fuerza que tienda a estirarlo o distenderlo, poder que recibe el nombre de resistencia a la tensión. La resistencia a la tensión que presentan los buenos aceros es admirable; y en estos últimos años se han fabricado aceros tan maravillosos que los alambres más finos, construidos con ellos, pueden soportar enormes pesos. Pero que nadie se imagine que el hierro ordinario pueda inspirar tanta confianza como cuando se le agregan, en la proporción debida, ciertas sustancias imprescindibles para formar el acero.