UNO DE LOS PLACERES DE LA MEMORIA
La lectura de los buenos versos nos deja con frecuencia el deseo de retenerlos en la memoria para poderlos resucitar en cualquier ocasión futura y poder de este modo comunicarlos a los demás.
La memoria es la facultad o función psíquica de recordar, o sea de reproducir estados o hechos de conciencia pasados, reconociéndolos como tales. Existen muchas y muy diversas teorías sobre su naturaleza, origen y mecanismo. Para muchos psicólogos, es una función general del sistema nervioso, basada en la propiedad que tienen sus elementos de conservar las modificaciones que reciben. La memoria presenta diversos tipos: visual, auditiva, concreta, abstracta, etc.
Muchos lectores, sinceramente apasionados de los buenos versos se encuentran con el problema de lo que suele llamarse “una mala memoria”. Y no son pocas, por cierto, las personas que se lamentan de ello como de una verdadera desgracia. Ignoran, sin embargo, que la memoria, como todas nuestras facultades psíquicas, no tiene la misma potencia en todos los individuos y puede desarrollarse o mejorarse con el ejercicio y con el método, y que, en general, es susceptible de ser cultivada conforme a las normas y reglas de un arte llamado Mnemotecnia, que nos enseña a perfeccionar racionalmente la memoria en aquello a que se aplica. El principio general en que se basa este arte es el de la asociación de imágenes. Existen varios sistemas mnemotécnicos; el más antiguo, empleado ya por los griegos, consiste en asociar los datos que se quiere recordar a imágenes de lugares u objetos físicos.
Antiguamente, muchos siglos antes de que se inventara la imprenta, las composiciones de los grandes poetas, tales como la llíada de Homero y el Ramayana de Valmiki, que constan de millares de versos, se conservaron en la memoria del pueblo de generación en generación. Del mismo modo, las leyendas populares y los romances no fueron escritos sino muchísimos años después de haber corrido de boca en boca, hasta ser conocidos por toda la gente del mismo país.
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