LA CAZA DEL PUMA - Samuel A. Lillo


El poeta chileno Samuel A. Lillo, que ha cultivado la poesía lírica y la epopeya, cantando las tradiciones heroicas de su patria, describe admirablemente en esta composición el terrible combate entre un tigre y sus cazadores. El relato está hecho con tal habilidad y soltura, que el lector se imagina presenciar todos los lances del dramático episodio y su trágico desenlace.

Por la tarde. La jauría cazadora
Perdió el rastro en la espesura. Sobre el monte
Yace el puma fatigado, mientras dora
Ya la lumbre de la luna el horizonte.

Allí inmóvil en las hierbas está echado,
Temblorosos los ijares con la saña:
Aun eriza su gigante lomo arqueado.
Y despiden sus pupilas llama extraña.

De improviso yergue inquieto la cabeza:
A lo lejos un tropel siniestro escucha;
Con elástica soltura se endereza.
Presintiendo ya el peligro de la lucha.

Descendiendo por la cuesta de la loma
Que a su espalda se levanta, la jauría
En confuso torbellino ya se asoma,
Dando al aire su salvaje algarabía.

El primero que de todos baja al frente
Es un dogo gigantesco que no espera
La cuadrilla, y que gruñendo sordamente,
Se abalanza sobre el cuello de la fiera.

Es el dogo más feroz de la comarca
Y el leonero más tenaz y más experto;
Pero un golpe formidable del monarca
Lo derriba con el rojo vientre abierto.

Salta el puma sobre el cuerpo, y acosado
Por la turba de sabuesos que ya llega,
Como baja de la cúspide un rodado.
Se despeña por la cuesta hacia la vega.

Y bañado por la luna, semejaba,
Al empuje de sus saltos colosales,
Un fantástico vampiro que volaba
Por encima de los negros matorrales.

Corta el llano de improviso, como un tajo,
Un torrente de hondo cauce, junto al cual
Se levanta, centinela de aquel bajo,
Una altísima patagua secular.

Sólo llega hasta el riachuelo la espesura
De los litres y las murtas. Se descubre
Desde el borde al otro lado la llanura
Limpia y clara, como el cielo que la cubre,

Al sentirse en la barranca detenido,
Viendo el puma que está encima la jauría,
Salta al cauce y por el tronco retorcido
Raudo sube hasta la cúpula sombría.

Y la fiera, dando tregua a sus temores.
Puede ver, agazapada entre el follaje,
Las traíllas de sabuesos cazadores
Que registran y olfatean el boscaje.

Atraviesan, resoplando, la corriente
Los caballos y los perros; y una hoguera
Encendida por los mozos prontamente
Cerca el árbol donde encuéntrase la fiera.