EL CAZADOR - Federico Schiller


-¿Por qué no guardas, hijo,
Las tímidas ovejas?
Humildes son y mansas,
Pacen floridas hierbas,
Y a orillas del arroyo
Retozan o sestean.
-Cazador, madre mía,
Cazador quiero ser en la alta sierra.

-¿Por qué los rojos bueyes
Tranquilo no apacientas,
Y con ruidoso cuerno
Los guías por las selvas?
¿No escuchas cuan alegres
Los esquilones suenan?
-Cazador, madre mía,
Cazador quiero ser en la alta sierra.

-¿Por qué, di, no cultivas
Las flores que hermosean,
Con su matiz brillante,
Los valles y riberas?
¿Piensas hallar jardines
En las monteses breñas?
-Déjame, madre mía,
Déjame hollar la cumbre de la sierra.

Y el temerario mozo,
Por escarpadas sendas,
A las riscosas cimas
De las montañas trepa;
Y apenas a la cumbre
Con planta osada llega,
Como veloz relámpago,
Medrosa corre voladora cierva.

En fuga irreflexiva
Salta de peña en peña,
Verdes jarales rompe
Torrentes atraviesa
Y sobre horribles simas
No corre sino vuela;
Pero la sigue siempre
El cazador de las mortales flechas.

A una cortada roca
Que se levanta negra
Sobre profundo abismo
Donde las aguas ruedan,
Llegó y cerrado el paso
Para la fuga encuentra.
¡Delante el precipicio!
¡Detrás el cazador que audaz le acecha!

Con ojos lacrimosos Contémplalo la cierva,
Y compasión implora.
Mas él... el argo apresta.
Ya el seco nervio cruje,
Ya va a volar la flecha,
Ya de las duras rocas
Surge veloz el Genio de la Sierra.

Tiende a la res medrosa
La omnipotente diestra,
Y al asombrado mozo
Dice con voz severa:
“Para todos los seres
Espacio hay en la tierra;
Respeta mi rebaño:
¡Ay del que audaz a herirlo se atreviera!”