UNA PUESTA DE SOL - Carlos Leconte de Lisie
En el poeta francés Carlos Leconte de Lisie (1818-1894) la fantasía se sobrepone siempre al sentimiento, deleitándose en pintar cuadros que impresionan por su carácter exótico, según se ve en la hermosa composición poética que sigue.
En lejanas, espléndidas riberas
Que blando besa el mar siempre en reposo,
Elevándose al cielo dos palmeras,
En él columpian su penacho airoso.
Como un nabab, que en siesta perezosa
El soñoliento espíritu regala,
Sobre la arena de color de rosa
Duerme a su sombra un tigre de Bengala.
Y como en el terrestre Paraíso,
A los erguidos troncos, dos serpientes
Les dan, tornasolando el fugaz viso,
Espirales de luz resplandecientes.
En un golfo tranquilo, allí cercano,
Que selva secular orla a su antojo,
Un bizantino alcázar alza ufano
Sus torres, de ladrillo azul y rojo.
Negros cisnes, abriendo el ala obscura
A la caricia de las brisas grata,
Dan al agua movible bordadura
Al pie de la soberbia escalinata.
El horizonte es limpio, ilimitado;
Y no vibra en el claro firmamento
Nada más que el latir acompasado
De las palmas mecidas por el viento.
De pronto, sobre el cielo de Occidente
Rok, el ave fantástica, se eleva;
Arde en su pico el sol resplandeciente;
Haces de rayos en las garras lleva.
Desciende brillador sobre su pecho
El astro rey, antorcha del espacio,
Entre un raudal, en chispas mil deshecho,
De oro y de fuego, de ámbar y topacio.
Sobre las leves nubes ondulantes,
Cual Niágara de luz, vierte sus ondas,
Y esparce entre relámpagos vibrantes
Rotos jirones de encendidas blondas.
Y allá en el septentrión, donde brumoso
Extiende ya el ocaso su penumbra,
Yérguese Orion, el lóbrego coloso,
Y sus miembros atléticos encumbra.
Certero cazador el arco tiende
Con diestra audaz; dos pasos se adelanta
La silbadora flecha el aire hiende,
Y al ave Rok traspasa la garganta.
El ave Rok, las alas sacudiendo,
Baja rodando al mar, como una tromba,
Cae desplomado el sol, y al choque horrendo
Su disco estalla cual abierta bomba.
En volutas de luz la inmensa hoguera
Hasta el cénit sus ráfagas envía,
Y al punto vuelven de la azul esfera
En lluvia torrencial de pedrería.
El fúlgido raudal, en lontananza
Cubre la tierra de inflamada alfombra.
Y una última explosión al viento lanza
Torbellinos de púrpura y de sombra.
La Noche, apoderándose del Cielo,
Entenebrece su ámbito profundo,
Y su manto de negro terciopelo
Cubre la muda soledad del mundo.
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