PAISAJE - Charles Baudelaire
Para entregarse a ensueños de poesía pura, riente, idílica, Baudelaire siente la necesidad de remontarse sobre el tráfago y miserias del bullicioso y alborotado ambiente de París.
Para componer mis églogas
Sin que las salpique el cieno,
Vivir de tejas arriba,
Como un astrólogo, quiero.
Vecino de las campanas,
Escucho, como entre sueños,
Los sonoros y solemnes
Himnos que lanzan al viento.
La barba hundida en las manos,
Desde mi ventana veo
Los talleres rumorosos,
De coplas y charlas llenos,
Las erguidas chimeneas,
Los campanarios soberbios,
Que si París fuese un buque,
Sus mástiles fueran ellos,
Y allá arriba, en lo más alto,
Los ilimitados cielos,
Que a la eternidad remontan
El medroso pensamiento.
¡Cuánto me agrada, al ocaso,
Ver encenderse, a lo lejos,
La lámpara en la guardilla,
La estrella en el firmamento,
Y la luna, que derrama
Su luz, propicia al misterio!
Veré aquí la primavera,
El verano ardiente y seco;
Veré el otoño brumoso;
Y cuando venga el invierno,
Con sus monótonas nieves
Y sus despiadados hielos,
Puertas juntaré y ventanas,
Atrancaré bien mi encierro,
Para elevar entre sombras
Mis alcázares quiméricos.
Volveré a ver horizontes
Azulados y risueños;
Veré jardines floridos,
Veré surtidores frescos,
Que lloran lluvia de lágrimas
Sobre el mármol blanco y terso
Veré pájaros cantando
Día y noche; veré besos...
Cuanto el dulce idilio tiene
De más pueril y más tierno.
En vano el motín odioso
Hará temblar con su estruendo
Mis vidrieras; del pupitre
No levantaré por eso
La cabeza, ensimismado
En los dulces embelesos
De evocar la Primavera
A medida del deseo,
De hacer surgir en mi alma
Creadora un sol espléndido
Y aspirar la tibia atmósfera
De mis cálidos ensueños.
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