EL HAMBRE - Espronceda


El siguiente cuadro, trazado por Espronceda, es notable por la fuerza y el vigor descriptivo. El poeta pinta de un modo magistral los horrores que causa el hambre en una ciudad sitiada.

Mas todo en vano fue: bárbaro estrago
Mientras el hambre en la ciudad hacía,
La muerte con silencioso amago
Señalaba sus víctimas impía:
Busca en la madre cariñoso halago
El tierno infante que en su amor confía,
Seco el pecho encontrando; ella le mira,
Y horrorizada el rostro de él retira.

Gime el anciano en lecho de tormento,
Y ya sintiendo la cercana muerte,
Al hijo tiende el brazo amarillento,
Y árido llanto al abrazarle vierte;
Quién, con hórridas muestras de contento.
Feliz creyendo su infelice suerte,
A su padre su misma sangre lleva
Para que de ella se alimente y beba.

Viérase allí grabada en los semblantes
La desesperación: triste suspira
Y eleva aquél las manos suplicantes;
Cuál, mordiendo en si mismo, en ansia expira;
Tal, elevados los ojos penetrantes.
Morir sus hijos y su esposa mira,
Con risa horrible, y muere recrujiendo
Los dientes y las manos retorciendo.

Pálido y flaco, y lánguido, con lento
Paso camina el moribundo hispano;
Sobre su lanza carga el macilento
Cuerpo y se apoya en la derecha mano;
Los ojos con horror, sin movimiento.
Ávidos fija sobre el muerto hermano,
Y hambriento goza y lo devora, en donde
Avaro cree que a los demás se esconde.

Las calles en silencio sepultadas
Sólo ocupan algunos moribundos.
Las manos reciamente enclavijadas.
Despidiendo tal vez ayes profundos;
Laten en torno entrañas destrozadas
Y miembros de cadáveres inmolados.
Que forzado del hambre asoladora.
Cuál, como grato pasto, los devora.

Para mayor martirio, les presenta
Con recuerdo fatal su fantasía
Los manjares tal vez de la opulenta
Mesa que desdeñaron algún día;
Ora las aves de rapiña ahuyenta
Ávido el moribundo en su agonía,
Disputando el festín, y sus gemidos
Se mezclan con los fúnebres graznidos.

Cuál, al lanzar el postrimer aliento.
Ve feroz buitre que sobre él se arroja,
Y en la angustia del último momento
Lucha con él en su mortal congoja;
Los dedos hinca con furor violento
En la entraña del pájaro, que roja
La corva garra en sangre, aleteando
Va con su pico el pecho barrenando.

El moribundo, lívido el semblante. 
Los ojos vuelve en blanco en su agonía,
Mientras tenaz el buitre devorante
Ahonda el pico con mayor porfía;
Mas el hombre le aprieta a cada instante;
El ave más profundizar ansia,
Hasta que así, y el uno al otro junto,
Muertos al fin quedaron en un punto.