ATAHUALPA EN LA PRISIÓN - Franz Tamayo


En esta composición, el poeta boliviano Franz Tamayo recuerda la desventurada suerte que le cupo al último Inca, que regia en el Perú a la llegada de los conquistadores españoles, y que pereció ejecutado por orden de Pizarro.

¡Era el poder, era el valor, la gloria!
Le seguía detrás un pueblo esclavo.
Y su nombre era un himno de victoria.
Entre misterio al porvenir su historia
Decía: “¡Era muy grande, era muy bravo!”

En la guerra un monarca.
En la paz un patriarca,

Su sacra frente áureo dosel cubría.
Hijo del Sol, dormíase arrullado
Por cien himnos de triunfo y valentía;
Le despertó la tempestad un día;
Miró en torno... ¡ya estaba destronado!

¡Así juega el destino, ¡oh Musa santa!
Y así abate aquilón el roble fuerte!
¡Sólo tu lira eterna se levanta
Sobre un alcázar o un cadalso, y canta
Junto al de gloria el himno de la muerte.

Ese viento de arriba
Que los tronos derriba.

A Atahualpa soplábale en la frente;
¡Era el destino! ¡Y ese pueblo osado,
En cien combates triunfador valiente,
En torno a una prisión iba impaciente
Buscando a su Señor encadenado!

Y en tanto él. .. ¡Ni era ya el Monarca fiero,
El semidiós temido de los hombres!
¡Arrebatóle ¡ingrato! el extranjero
El trono de sus padres con su acero,
Sin preguntar sus glorias ni sus nombres!

¡Ni un grito, ni un gemido
Cuando se vio caído!

Oía al viento rugir en lontananza
Mezclado con un canto de victoria...
¿Quién sabe? Acaso ¡loco! en su esperanza
Soñaba en la prisión con la venganza
Como soñó en el trono con la gloria!

Prisionero gigante del destino,
Perdió el poder, mas conservó el decoro.
Y aunque herido de muerte en su camino ¡
Aun tenía a su lado de contino,
Como los Dioses, su carcaj de oro!

En tanto el mar, el cielo,
La tierra, el vasto suelo

No turbaron su paz ni su armonía;
Ni dejaron en mísero abandono
El sol al cielo ni a la tierra el día:
Sólo que, al par de ese orden y alegría,
No acababa aún de desplomarse un trono.

¡El trono arrastró a un hombre, el hombre a un mundo!
¡Así cae el piloto bajo la ola
Y la nave en pos de él en lo profundo;
Luego, en el cielo el astro vagabundo,
un rumor en la mar desierta y sola!

Ese monarca altivo
De gigante cautivo

Se trocó en colosal desesperado.
¡La tempestad, la mar la onda, la espuma
Guardaban a ese Rey grande y osado,
Cuyas huestes ya habían destronado
A Francisco Primero y Moctezuma!

¿Contra quién llevaría su venganza?
Sueño terrible de titán herido.
Desvanecido al fin sin esperanza!
Indigno de luchar con su pujanza,
Vino el traidor y le dejó vencido!

Así traza en el mundo 
Desde el cielo profundo,

Para el hombre, un sendero sin salida
Ese Dios que despierta los asombros.
¿Qué mano ha de borrarlo fementida?
¡Cuántos así trazáronse en la vida
Pretilados de tumbas y de escombros!

¿Qué drama obscuro en tanto se agitaba
En el alma del grande prisionero?
Su labio ni una queja murmuraba
Ni su ojo en una lágrima mojaba;
¿Era resignación o desespero?

Una voz le decía
Desde su alma sombría,

Como un eterno adiós a su venganza:
“¡Hijo de Huayna Cápac, la victoria
Te abandona por siempre y la esperanza!
¡Tú serás, a pesar de tu pujanza,
El último Inca y la postrera gloria!”

Soplaba, los palacios derribando,
El viento formidable del destino;
Y él, gigante, la frente doblegando
¡Ay! saludaba al huracán, mirando
Que se acercaba a él por su camino.

Y bien; escrito estaba:
El ciclo amenazaba;

¿Quién desafía el rayo? ¿Qué ojo alcanza
El confín de un destino doloroso?
¡Prisionero titán sin esperanza,
Su ojo sólo veía en lontananza
Una pira que ardía sin reposo!

Cuando la noche al mundo se extendía
Y el primer rayo de la luna entraba
Por la ventana a la mazmorra fría,
El pasajero nocturnal veía
Un hombre encadenado que velaba.

Un día que saliera
Aquella prisionera

Sombra pálida, un tiempo vencedora,
Bañó su frente al resplandor dorado,
Ausente tanto tiempo, de la aurora:
Mas ¡ay! la irguió de pronto tembladora:
Vio un cadalso... ¡ya estaba condenado ni

Triunfa así el mal, e impío, ¡oh, santa Diosa!,
Sus victimas escoge las más grandes.
Es el rayo en pos de alta encina añosa;
Es el buitre famélico que acosa
Al cóndor en su nido de los Andes.

El mal es la mentira,
El odio, el puñal, la ira,

El fanatismo, el ídolo de barro.
El mal es de Caín la negra hazaña,
De Tamerlán el victorioso carro;
Es la sombra asesina de Pizarro,
Es el espectro criminal de España!

¡Ay del laúd que solitario canta,
Evocando las sombras, por los muertos,
Porque a su acento que al sepulcro espanta,
Como la ola que al viento se levanta,
Brotan las tumbas sus espectros yertos!

Que a un grito de esperanza
De futura venganza

Vendrán al poeta en apiñada turba,
Y en torno de él para implorar al cielo:
¡Mas el poeta que la paz conturba
De los sepulcros, con la frente curva
Se vuelve a Dios en su medroso anhelo!

¿Quién sabe?.. . Acaso vela todavía
Como una nube funeral de invierno
Sombra de mártir sobre España impía:
¡Tal vela en medio de la noche umbría
(Como un dragón) remordimiento eterno!

Así es: cuando revienta
La tempestad violenta

Y arrasa el bosque en su terrible ensayo
¿Quién sabe qué clamor brotará en duelo
Contra la nube, el huracán y el rayo?
¡Llega la noche en funeral desmayo,
Y las cenizas lleva el viento al cielo!