EL CORNETA
Pablo Derouléde, poeta francos contemporáneo, soldado y cantor do la campaña de 1870, se distingue por la vehemencia y sinceridad que pone en todas sus composiciones. La que va a continuación es un primoroso relato, lleno de energía, patriótico sentimiento y de bélico ardor.
Ataque anuncia el corneta.
Ni una nube el cielo mancha;
La carretera es bien ancha;
Los zuavos cantando van.
Delante se extiende un bosque
Coronando una colina;
De allí el campo se domina;
Los prusianos allí están.
Siempre fué el viejo corneta
Un camarada valiente,
Si apurada ve a la gente,
El primero en la lid es.
Cuenta ya muchos combates,
Y aunque los juzga felices,
Lleno está de cicatrices
De la cabeza a los pies.
Hoy él dirige la danza:
Nunca su clarín guerrero
Sonó tan vivo y tan fiero
Rasgando el aire sutil;
Él la esperanza despierta
En el pecho de los bravos,
Y encendió ya de los zuavos
El corazón varonil.
Avanzan a la carrera;
El prusiano no se esconde;
El fuego al fuego responde:
¡Buena la función será!
Por fin, a sus compañeros
Lanza otro toque el corneta;
“¡Arriba! ¡a la bayoneta!”
En el bosque entraron ya.
El heroico veterano,
A la primera embestida
Siente en su pecho una herida
Que a sus glorias pondrá fin;
Pero su ánimo invencible
No se rinde ni se abate.
Y dirigiendo el combate,
Suena siempre su clarín.
Aunque salta a borbotones
La sangre, con mano fuerte
Le cierra el paso a la muerte
Y la hace volver atrás;
Renueva el toque de ataque,
Y la batalla avivando,
Cual suprema voz de mando
Suena sin cesar jamás.
Sobre la hierba tendido
Sin consuelo ni esperanza,
Al ver que su gente avanza,
Contiene el dolor atroz;
A su labio ensangrentado
Clava el bélico instrumento,
Y vibra siempre en el viento
Su estremecedora voz.
Mira extenderse los zuavos
Por la selva enmarañada;
La posición disputada
Pronto en su poder caerá.
Extínguese de repente
El resonante alarido;
Su último deber cumplido,
El corneta ha muerto ya.
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