El labrador y la providencia


Un labrador cansado
En el ardiente estío
Debajo de una encina
Reposaba pacífico y tranquilo.
Desde su dulce estancia
Miraba agradecido
El bien con que la tierra
Premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones
Hijas de su cultivo.
Veía calabazas,
Melones por los sucios esparcidos,
“¿Por qué la Providencia,
-Decía entre sí mismo-.
Puso a la ruin bellota
En elevado, preeminente sitio?
¿Cuánto mejor sería
Que trocando el destino,
Pendiesen de las ramas
Calabazas, melones y pepinos?
Bien oportunamente
Al tiempo que esto dijo,
Cayendo una bellota,
Le pegó en las narices de improvisto:
“Pardiez -prorrumpió entonces
El labrador sencillo-;
Si lo que fue bellota
Algún gordo melón hubiera sido
Desde luego pudiera
Tomar a buen partido
En caso semejante
Quedar desnarigado, pero vivo.”
Aquí la Providencia
Manifestarle quiso,
Que supo a cada cosa
Señalar sabiamente su destino;
A mayor bien del hombre
Todo está repartido:
Preso el pez en su concha,
Y libre por el aire el pajarillo.


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