Cómo una jovencita libró a Francia de un hombre implacable
El segundo de los tres tiranos era Marat, que se llamaba a sí mismo el “Amigo del pueblo”, e incitaba constantemente a la matanza de aristócratas. No murió en la guillotina, pues su perversidad encendió tal odio en el corazón de una muchacha, llamada Carlota Corday, que ésta, creyó misión suya el liberar al mundo de tan sanguinario hombre. Así, vino a París y, admitida a hablar con él, sacó un puñal y le dio muerte; hecho por el cual ella también entregó su cabeza a la guillotina.
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