Bruto arrojó de Roma al tirano y condenó a muerte a sus propios hijos
Bruto, pues, vio para siempre glorificado su nombre, por haber arrojado al tirano dé Roma y haber hecho de esta ciudad una república libre. Dícese, además, de Bruto, que dejó a la posteridad un ejemplo de imponente justicia, a pesar de que, al ejecutarla, no podía menos de sentir rompérsele casi el corazón. En efecto, enterado Bruto de que sus hijos habían formado parte de un complot fraguado para restaurar en el trono a los Tarquinos, en vez de usar de su poder para perdonarlos, ya que eran su propia carne y sangre, pronunció con sus mismos labios la sentencia que merecían como traidores: teniendo en más los deberes para con la patria que su amor a la familia, condenó a muerte a sus propios hijos, sin dudar un solo instante.
Durante muchos años, los romanos sostuvieron constantes guerras, ora con unas, ora con otras ciudades vecinas, y hubo en el ínterin no pocas disensiones entre los nobles, llamados patricios, y los plebeyos, porque los nobles monopolizaron el gobierno y con frecuencia se portaron como opresores. Poco a poco los plebeyos fueron obteniendo más parte en el gobierno.
Llegó día en que el poder de Roma se vio en peligro a causa de las victorias: de la ciudad de Veyés. Los romanos : enviaron ejércitos que sitiaron esta ciudad enemiga, pero no pudieron ¡tomarla hasta que no pusieron al frente de sus fuerzas a un noble llamado Marco Furio Camilo.
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