Una manzana descubre a Newton la ley de la atracción terrestre


Nació Newton en Woolthorpe, condado de Lincoln, en 1642, y murió en Londres en 1727. En la niñez, era notable entre sus compañeros por su gran torpeza para la mayor parte de las asignaturas; en cambio, tratándose de las matemáticas y de la mecánica se le veía tan otro que aventajaba en mucho a los más listos en estas asignaturas. En la Universidad de Cambridge se hizo ya célebre. Había demostrado Galileo su famosa ley de la caída de los cuerpos, pero nadie creyó que semejantes leyes pudieran afectar a los cuerpos celestes. Un día, hallándose sentado en su jardín, Newton vio caer del árbol una manzana. "¿Por qué habrá caído? -se preguntó-, ¿por qué no ha flotado o se ha elevado en el aire?" En este problema fijó su atención y en él trabajó hasta llegar a la conclusión de que todos los cuerpos son atraídos al centro de la Tierra. Luego, dando un paso más adelante, descubrió que los planetas son también atraídos hacia el Sol. Por fin, poco a poco descubrió la ley de la gravitación, que explica el movimiento de todos los cuerpos celestes.

En esta ocasión nos dio también Newton una gran lección de paciencia. Al principio no podía explicar los movimientos planetarios porque no tenía a su disposición figuras que le diesen el tamaño de la Tierra, ni siquiera otro movimiento que proporcionalmente fuera su equivalente; de modo que, aun cuando los experimentos realizados le dieran el resultado apetecido, no podía considerar enteramente resuelto el problema. El mundo estaba en vísperas de un gran descubrimiento, pero Newton, en espera de mejor ocasión, dejó a un lado su invento por espacio de siete años enteros. Sucedió al fin de ellos que un tal Picard produjo figuras aceptables para el experimento del gran astrónomo; entonces Newton, viendo llegada su ocasión, tomó la obra en el punto en que Picard la había dejado y consiguió lo que se proponía.

Por este tiempo los sabios, persuadidos ya de la gran importancia de la astronomía, propusieron a Carlos II de Inglaterra utilizar los servicios de los astrónomos para hallar la longitud del mar, permitiendo así a los marinos navegar con seguridad y con conocimiento exacto de la ruta que seguían. En estas investigaciones alcanzó gran reputación Juan Flamsteed, nacido en Derby en 1646, y muerto en 1719. Consultado por el gobierno acerca del encargo que quería darse a los astrónomos, contestó que eran tan escasos los conocimientos astronómicos, que seguramente no podría ser llevado a cabo el deseo del rey. Como quiera que sea, Flamsteed obtuvo, en 1675, el nombramiento de primer astrónomo real, y con el fin de que pudiera dedicarse cuidadosamente a las observaciones astronómicas y contribuir así a la seguridad de la navegación, se construyó el Observatorio de Greenwich. El nuevo director trabajó honradamente y con excelentes resultados en el cargo que se le había encomendado, y trazó mapas estelares como nunca se habían visto.

Flamsteed ganaba un escaso sueldo y con él había de costear también los instrumentos astronómicos que necesitara. Esto, unido a la pobreza del incipiente observatorio, realza más el admirable triunfo obtenido, sobre todo si se tiene presente el estado habitualmente enfermizo del astrónomo, quien con dificultad podía ejecutar su trabajo, aun circunscribiéndolo a la enseñanza de sus discípulos, de cuyas gratificaciones tenía necesidad para poder vivir. Como acostumbran hacerlo los apasionados de la ciencia, sostenía largas pláticas con sus mejores amigos, entre los que se contaban Newton y Edmundo Halley con los cuales trabajó en colaboración.

Este último, desde niño, fue gran astrónomo. Nació en Londres, en 1656, y antes de los diecinueve años hizo tales progresos en la astronomía que "le hubiera sido fácil encontrar cualquier estrella extraviada en medio del cielo". Esta frase, que llegó a ser famosa aplicada a Halley, manifiesta la gran celebridad de que gozaba entre los astrónomos. Cuando supo que Flamsteed estaba haciendo un mapa de las estrellas del hemisferio boreal, Halley se propuso hacer el del hemisferio austral, y como su padre era persona pudiente y muy ufano de los conocimientos de su hijo, no sólo le dio el consentimiento para el viaje, sino también el dinero necesario para llevar adelante su empresa. Sin esperar siquiera a terminar su carrera, Halley salió de Cambridge con dirección a Santa Elena, en donde permaneció dieciocho meses, durante los cuales hizo un mapa de 314 estrellas. Posteriormente sucedió a Flamsteed en su cargo de astrónomo real, en el desempeño del cual llevó a cabo importantes trabajos, entre ellos la predicción del regreso del cometa que ha tomado su nombre.