Un colorante con propiedades antisépticas
Mientras el descubrimiento de Fleming caía en el olvido, en todos los laboratorios de Europa se trabajaba febrilmente para producir colorantes que permitieran a las industrias textiles de sus respectivos países competir con las demás por la calidad y firmeza de sus colores. Desde 1917 se conocía un producto, la sulfanilamida, tintura que daba óptimos resultados en su aplicación.
Los químicos de Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos de América procuraron preparar productos similares, y muchos derivados de sulfanilamidas aparecieron en el mercado, hasta que en 1932 fue patentado un colorante designado técnicamente como sulfamidocrisoidina, y comercialmente llamado Protonsil.
En el mismo año de 1932, el bioquímico alemán Gerardo Domagk comprobó que el protonsil, ese colorante que tan magníficos tintes brindaba a las telas, también tenía una función menos decorativa pero más útil, cual era anular a ciertas bacterias dentro del organismo de los seres vivos, sin dañar a éstos. La noticia del descubrimiento de Domagk no se hizo pública hasta 1935, y cuando se conoció el maravilloso poder del protonsil, en todos los laboratorios se comenzó a investigar con la maravillosa droga. Domagk había encontrado que protegía a ratones contra dosis mortales de estreptococos, y bien pronto la misma experiencia se realizó en seres humanos con el mayor de los éxitos. La quimioterapia había encontrado un aliado más universal que el salvarsán de Ehrlich, pues no era específico para un tipo de germen, sino que combatía a gran número de éstos.
Las sulfas se convirtieron así en el medicamento del día; todos los tipos de infecciones encontraron en ellas sus declarados enemigos, y hoy, gracias al descubrimiento de Domagk, se salvan millares de vidas.
Hacia el año 1950, no se había descubierto todavía un tipo de vacuna que previniera en forma definitiva contra la tuberculosis; sin embargo, en Francia primero y posteriormente en toda Europa, se ha comenzado a aplicar un tipo de vacuna que inmuniza temporariamente contra esta enfermedad. También el uso de la estreptomicina ha contribuido al tratamiento, pero aún queda mucho por hacer en este campo.
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