Su tenaz búsqueda de algo para evitar el dolor


Así el muchacho fue enviado a la mejor escuela del distrito, donde estudió con ahínco, al par que ayudaba a su padre en el horno y en la tienda durante las horas que la escuela le dejaba libre. A los catorce años, Simpson fue enviado a la Universidad de Edimburgo, y a los veintiuno obtuvo el título de doctor. En sus estudios en los hospitales, se estremecía ante los padecimientos a que la gente debía someterse, y a menudo se preguntaba cómo se podría aliviar tanto dolor. Ganada una envidiable fama como médico, Simpson oyó hablar de experimentos hechos en Estados Unidos de América con éter, y que, después de inhalarlo, habían podido arrancar a un individuo una muela cariada sin que sintiera dolor alguno. Descubrió el uso del éter para este objeto, el 30 de setiembre de 1846, el doctor W. T. G. Morton, dentista de Boston, quien realizó en un hospital experimentos delante de varios individuos.

El doctor Simpson comenzó sus ensayos. No creía que el éter fuese la mejor droga. Él y dos amigos suyos probaron toda suerte de cosas que hiciesen dormir. Eran valerosos hasta la temeridad, mas algunos hombres nunca parecen considerar el peligro cuando van en busca del medio de salvar las vidas de otros. Durante diez meses Simpson trabajó en su problema, pero no estaba satisfecho todavía.