Historia de una trágica expedición: el sacrificio de Burke y Wills


Una de las más tristes historias de las aventuras llenas de peripecias de estos expedicionarios es la de Burke y Wills. Pusiéronse éstos en marcha bien provistos de hombres, camellos y víveres, y alentados por fundadas esperanzas de éxito; pero, desde el principio, una multitud de circunstancias adversas contribuyeron a malograr sus esfuerzos. Empezaron por dividirse en dos grupos, y a fin de poder avanzar con más rapidez y seguridad, ocho hombres de la caravana salieron para abrir derroteros que pudieran seguirse con toda confianza, mientras el resto se quedó con las bestias y provisiones, en espera del mensajero que aquellos habían de enviarles. Viendo Burke que éste tardaba demasiado, determinó salir él en busca de los primeros; dejando el depósito de víveres en manos de sus camaradas, partió con Wills y dos hombres más, seis camellos, dos caballos y provisión de alimento y bebida para tres meses.

Al llegar al litoral se vieron obligados a volver a su campamento, pues los víveres se agotaban. Durante el regreso murió uno de los expedicionarios; y cuando Burke y sus dos acompañantes se hallaron en el punto de partida, vieron que el resto de la caravana había desaparecido. Precisamente aquel mismo día se habían alejado en busca de mejores parajes donde plantar sus tiendas.

Extenuados Burke y Wills por la necesidad y la fatiga, y sintiéndose enfermos, desistieron de ir en su busca y determinaron volver a la colonia por otros caminos en que confiaban hallar agua para apagar la sed. Wills, que había escrito una reseña del viaje, enterró sus notas en el sitio del campamento antes de partir y llevóse consigo solamente uno de los cuadernos, con ánimo de proseguir anotando en él sus observaciones y los sucesos que se produjesen. En el camino extravióseles el otro compañero, quien fue luego amparado por unos bondadosos indígenas; pero Burke y Wills erraron por aquellos parajes, perdidos en la inmensidad del desierto. Sus vestidos eran un montón de harapos, que de nada les servían para defenderlos de los abrasadores rayos del sol, ni para abrigarlos contra el frío de la noche; y sus escasas provisiones de agua y alimento se habían agotado totalmente.

Las últimas notas de Wills expresan cómo él y Burke iban a morir de hambre de un momento a otro. Pero en ninguna página del triste libro escribió una sola palabra que revelase la menor queja por sus sufrimientos. Finalmente, falleció en el desierto como un héroe. Al día siguiente Burke siguió la misma suerte.

Entretanto, el expedicionario a quien los indígenas habían facilitado albergue y alimentos pudo volver a su casa y relatar lo ocurrido. Una nueva caravana salió en busca de los dos infelices perdidos en las yermas soledades del desierto; pero ya era tarde, y sólo pudieron encontrar sus huesos, que piadosamente recogieron y llevaron a la colonia, en cuyo suelo los sepultaron con grandes honores. Sobre la tumba erigieron un monumento con un epitafio que recordaba los méritos y penalidades de estos dos insignes exploradores de Australia. Trajeron asimismo consigo el diario en que Burke y Wills habían escrito sus penosas vicisitudes y valiosos datos topográficos, y que encontraron enterrado al pie de un árbol, gracias a la inscripción grabada en el tronco por los malogrados expedicionarios.

Entre otros exploradores posteriores a la desdichada expedición de Burke y Wills, mencionaremos a Forrest, quien partió de la costa oeste de Australia, atravesó los desiertos centrales y llegó a Adelaida.

La parte final del siglo xix abundó en exploraciones realizadas con el afán de buscar oro o de hallar campos de pastoreo para el ganado, de manera que fue paulatinamente disminuyendo la extensión de la región inexplorada de Australia, cuyos extensos territorios son hoy completamente conocidos.