Misericordia de Saladino al caer sobre Jerusalén


En efecto, no ya Saladino, sino también todos los grandes caudillos musulmanes dieron pruebas de competir en caballerosidad con los cristianos. Pero mientras el muslime aumentaba su poder, murió Balduino III, y tras de él otros dos reyes del mismo nombre que le sucedieron. Subió luego al trono de Jerusalén Guido de Lusiñán, contra quien se presentó Saladino con un gran ejército, dispuesto a reconquistar la Palestina. Vencido Lusiñán en Tiberiades y hecho prisionero, fueron cayendo una tras otra en poder de su enemigo las ciudades de Palestina, a excepción de Tiro, donde se resistió vigorosamente Conrado de Monferrato, y de la misma capital. Respecto a ésta ofreció Saladino condiciones muy generosas si la plaza se entregaba: y, aunque al principio resistióse la ciudad, poco después, y como él prometiera tratar con misericordia a los habitantes y no causar ningún daño, se entregó.

Con este rasgo mostró Saladino tanta generosidad, como extraordinaria había sido la crueldad con que se condujeron los cruzados al apoderarse ellos de la Ciudad Santa.