Fransisco de Quevedo y Villegas: genio múltiple de las letras


En las letras españolas ocupan un lugar de privilegio Lope de Vega y Calderón. Cúmplenos ahora referirnos a Francisco de Quevedo, hombre y escritor extraordinario, una de las figuras más complejas de la historia de la literatura castellana. Su personalidad multiforme está hecha de contrastes; en él la serenidad se vuelve angustia y la tensión se traduce en burla despiadada.

Nació en Madrid en 1580 y vivió hasta el año 1645. Por defender a una mujer, mata en desafío al agresor y debe huir a Sicilia, donde se emplea como secretario del duque de Osuna. Vuelto a España, tuvo la osadía de poner en la servilleta del rey Felipe IV un memorial que comenzaba:

“Ya el pueblo doliente llega a recelar No le echen gabela sobre el respirar. Los ricos repiten por mayores modos: Ya todo se acaba, pues hurtemos todos”.

versos que le valieron la cárcel.

Quevedo, cuya obra es múltiple, tiene, justamente como sus contemporáneos arriba mencionados, la pasión del trabajo. Es teólogo, filósofo y ascético en La cuna y la sepultura, Constancia y paciencia del santo Job, etc. Es político teórico y moralista en Marco Bruto y La política de Dios; es comentarista de sucesos contemporáneos en El chitan de las maravillas, Anales de quince días y Lince de Italia; es crítico y polemista literario en La culta latiniparla, Aguja de navegar cultos y La perinola; novelista en El buscón; satírico en Los sueños, y poeta lírico en Las tres últimas musas castellanas. Autor de entremeses, cuentos festivos y cómicos; traductor de la Biblia y de los clásicos antiguos, oscila entre la austeridad tremenda del asceta, para quien la única realidad es la vida eterna, como dice en este terceto:

“Vencido de la edad rendí la espada y no hallé cosa en qué poner los ojos que no fuese remedo de la muerte”.

y la sátira de Los discursos festivos. Dijo Menéndez Pidal que Quevedo es una de las más grandes figuras literarias de España.