Ladislao E. Reymont inmortaliza a los campesinos y a la naturaleza en libros magistrales


Tal vez por ser descendiente de una antigua familia de hacendados polacos y haber nacido y vivido en las estepas de Kobielo Wielkov, Reymont pudo llevar impregnado en su sangre un acentuado amor a la Naturaleza y a los seres que la frecuentan asiduamente, la comprenden en la rotación de las estaciones y son como parte de ella misma.

Siempre ha llamado la atención la veracidad prolija de las observaciones en la prosa ajustada de Reymont. Los comediantes, La tierra prometida, Al borde del abismo, son testimonios literarios de su compenetración vital y no libresca. Y de su verosimilitud.

Todo artista, todo escritor, sueña con lograr su obra maestra. Reymont pudo vivir la dicha de realizarla en una novela extensa, Los campesinos, dividida en cuatro libros completos unidos por su argumento temático: Otoño, Invierno, Primavera, Verano.

Y que con esa obra había logrado Reymont realizar su obra maestra, lo afirma con la mayor certeza la Academia de Suecia, el año 1924, al dar su veredicto que consagra a Los campesinos con el Premio Nobel. Reymont había inmortalizado por el arte a los sencillos y anónimos seres que, doblados sobre el surco, buscan y encuentran para sí mismos y para los demás hombres la continuidad incesante de la vida.