Una recorrida por la Roma actual: sus principales monumentos
La actual Roma es una ciudad interesante y colorida, que combina sus elementos antiguos, medievales, renacentistas y modernos para darnos una fascinante visión de gran urbe.
El centro geográfico de la ciudad es la plaza Venecia, gran espacio abierto remodelado en 1911, frente a la que se alzan el monumento a Víctor Manuel II, que ya citamos, y la tumba del Soldado Desconocido. En el otro extremo de la plaza se encuentra el palacio de su mismo nombre, construido durante el siglo xv.
Detrás de la plaza Venecia, podremos ver la mole del Capitolio, y próximos a él, hacia el Sudeste, los restos del Foro, el Coliseo y las ruinas de las termas de Caracalla.
Hacia el oeste de nuestro punto de partida, corre una de las más importantes avenidas de Roma: el Corso Umberto, flanqueado por los palacios de las más distinguidas familias de la ciudad, y las tiendas de mayor categoría. El Corso Umberto sigue el trazado de la antigua Vía Flaminia, que en tiempos de la Roma imperial atravesaba el Campo de Marte; nuestro recorrido nos lleva a la Plaza Colonna, en cuyo centro se yergue otro testigo de las pasadas glorias de los Césares: la columna del emperador Marco Aurelio, semejante a la más conocida de Trajano. Gran actividad, ir y venir de gente, reporteros gráficos y automóviles oficiales nos advierten que estamos próximos a algún sitio importante para la vida de Italia. En efecto, tras la plaza Colonna se halla el Parlamento de la República de Italia, casi a la sombra del antiguo Panteón, donde descansan los restos de muchos reyes y grandes hombres de la península.
Estamos en la parte más vieja de la ciudad, donde se alzan palacios famosos desde hace centurias: el palacio Spada, el Farnesio, sede de la embajada de Francia, y muchos otros. Los nombres ilustres son tantos en Roma, que su sola enumeración nos llevaría cientos de páginas. Pero no podemos menos que mencionar otro sitio que queda en la ruta que llevamos. Efectivamente, el Corso Umberto pasa frente a la tumba del emperador Augusto, a quien se debe en gran parte la magnificencia de la antigua Roma. Él fue quien prometió a los romanos transformar la ciudad de ladrillos en una gran urbe de mármol, y lo cumplió en tan gran medida que hasta nosotros ha llegado el testimonio de su obra.
Si nos detenemos y recorremos a pie el barrio de plaza de España, podremos recoger una viva impresión de la vida de uno de los sectores más alegres de Roma: es el barrio donde viven los estudiantes de arte y antigüedades de la Academia Francesa de Roma, y muchos artistas; es la zona de los hoteles, y los turistas ponen una nota característica deslizándose con sus cámaras fotográficas entre grupos de jóvenes, tratando de captar la escena interesante, el motivo pintoresco. Una gran escalinata desciende hasta la plaza propiamente dicha, y a su pie se dan cita centenares de palomas, alimentadas generosamente por los chiquillos y los ancianos que distraen sus ocios en tan agradable tarea. No lejos se extienden los jardines de Villa Borghese, hoy parque público, donde ni siquiera de noche cesa el desfile de los paseantes, ya que hay sitios de recreo constantemente visitados. También dentro del perímetro de los jardines de esa villa se hallan un zoológico y diversos museos de arte.
Atravesamos la puerta Pía, en las antiguas murallas romanas todavía en pie, y recorremos la Vía Nomentana, a cuya vera se alza Villa Torlonia, la austera pero acogedora residencia que perteneció a Benito Mussolini, desde donde rigió los destinos del gran país italiano. La historia muy antigua y la muy reciente se entrelazan a cada paso en esta ciudad maravillosa, que fue una vez arbitro del mundo y cuyos habitantes pudieron llamar al Mediterráneo, Mare nostrum, es decir, nuestro mar.
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