El Aventino, colina romana que guarda antiquísimos recuerdos


No lejos del bullicio del Corso Umberto, más allá del Capitolio y cerca de las termas de Caracalla, existe en Roma un lugar que es un oasis de paz y tranquilidad. Nos referimos al Aventino, el monte al que en tiempos de la república romana se retiró la plebe, para protestar contra el egoísmo de los ricos que dominaban al Senado. La colina, desde la que puede contemplarse el curso del Tíber, está separada del Palatino por el espacio donde estuvo el Circo Máximo, lugar célebre por las carreras de cuadrigas que allí se celebraron. El viajero puede recorrer las silenciosas calles de la histórica colina contemplando los derruidos muros de las fortificaciones que erigieron las familias feudales romanas durante las luchas que mantuvieron entre sí. La basílica de Santa Sabina, edificada en el solar que ocupó la casa de la ilustre patricia, conserva hermosísimas columnas de mármol que pertenecieron a templos paganos. Y es allí donde existe todavía hoy el priorato de los caballeros de la Orden Soberana de Malta, cuyos orígenes se remontan a los tiempos de las Cruzadas. A los pies de la colina se halla la antigua puerta Ostiense, hoy puerta de San Pablo por la cual, según la tradición, pasó el apóstol, camino del lugar donde habría de ser decapitado.

Roma, centro del mundo hace dos mil años, continúa siéndolo para el Occidente culto. Es, en verdad, harto justificada la designación que la distingue entre todas las capitales europeas. Es la Ciudad Eterna, la ciudad fundada por Rómulo y Remo en el año 753 antes de Jesucristo, la que hemos recorrido con admiración y verdadero asombro.