La hospitalaria gente de las grandes llanuras
Quedan aún por recorrer las grandes llanuras, donde la cariñosa hospitalidad de los habitantes deja un recuerdo gratísimo en los visitantes. Todo parece adaptarse a la belleza del país, en aquella considerable extensión de terreno llano.
Los pastores, últimos descendientes de los primeros magiares que se establecieron en Hungría, no conocen el miedo; cubiertos de pieles y montados en veloces caballos, conducen por las llanuras considerables rebaños, cuyos ascendientes acompañaron a los mongoles en su histórica invasión.
Si continuamos el recorrido percibiremos la disminución de las llanuras de pastoreo. Lentamente dejamos de oír ¡el tintineo de las esquilas del ganado y los chasquidos de los látigos de los pastores, pero aún quedan gratos vestigios de aquella vida primitiva. Los habitantes conservan la virtud de la hospitalidad y el amor a la Naturaleza. Durante la noche es una delicia entretener la velada oyendo referir las leyendas y poemas del país o escuchando la música bohemia con que se acompañan los bailes, en las horas de descanso de las rudas faenas propias de la jornada campesina.
No se abandona esta región sin echar una última mirada a los Cárpatos, al cruzar, primero, los viñedos cultivados en los declives de colinas no muy elevadas, y después, las puertas y túneles que conducen a los grandes yacimientos de minerales ocultos en las entrañas de esta tierra maravillosa.
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