La nueva riqueza y las nuevas ideas que aparecieron en Francia y se difundieron por Europa
Francisco I fue el primer rey francés que gobernó, de mar a mar, el país unido bajo el poder real, pues las largas guerras contra un enemigo común habían ligado a los hombres. Antiguamente cada barón había vivido apartado en su fuerte castillo, mas ahora Francisco I los reunió en su corte, donde, en adelante, halló su asiento toda suerte de extravagancias y de alborozada alegría.
Este monarca, siguiendo las huellas de sus predecesores, Carlos y Luis, que inauguraron en Francia el exquisito arte llamado “del castillo francés del Renacimiento”, procuró embellecer, como ellos, con maravillosas producciones, los magníficos castillos levantados en los valles bañados por los ríos Indre, Cher y Loira; castillos a los cuales, más que fortalezas de defensa, les cuadra el nombre de moradas suntuosas, en donde todo lo agradable y bello tiene su asiento. En la imposibilidad de describir las riquezas artísticas acumuladas en estas moradas, construidas en una región que, por sus muchos atractivos, es justamente llamada el Jardín de Francia, no haremos más que citar los nombres de los principales.
El más antiguo de todos es el castillo de Lavardin, primitiva fortaleza feudal, hoy convertida en ruinas. Le sigue en antigüedad el de Loches, pintoresca fortaleza. Pero los más notables, y en los que los mencionados reyes de Francia y algunos de sus sucesores habitaron ocasionalmente, son los de Blois, de Chambord, de Langrais y de Amboise. De este hermoso castillo, que Carlos VIII, a su regreso de Italia, transformó de fortaleza formidable en delicioso palacio, no subsisten hoy día más que dos fragmentos: la cámara del Rey y la capilla de San Humberto. Muéstrase todavía la puerta en cuyo dintel rompióse el rey Carlos VIII la cabeza al querer pasar corriendo, durante un juego que era muy de su agrado, olvidándose de que aquélla era demasiado baja. Muy cerca de este castillo expiró el ilustre huésped de Francisco I, el célebre autor de La Gioconda, Leonardo da Vinci. Esta histórica mansión sirvió de rigurosa prisión a varios notables personajes, entre ellos a Abd-el-Kader, valiente emir árabe que, en el siglo xix, sostuvo una guerra terrible contra los franceses.
Refiérese que el poético nombre de Jardín de Francia dado a Turena, en donde casi todos estos notables castillos se yerguen, trae su origen de Carlos I de España y V de Alemania quien, al trasladarse de Madrid a Gante, hízolo cruzando dicha región, a instancias de su generoso rival Francisco I; y al ver lo alegre y espléndido de ella, no pudo contener su admiración y exclamó: “Acabo de pasar por el Jardín de Francia.”
Francia, participando de la gran fortuna que sobrevino en estos tiempos al antiguo continente europeo, pudo obtener en abundancia oro y plata, para acuñar moneda. El comercio empezó a florecer, a la vez que, con el descubrimiento del Nuevo Mundo y de la nueva ciencia, se suscitaban nuevos pensamientos e ideas.
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