La casita en que unos cuantos holandeses pasaron la noche ártica
Es, en verdad, conmovedor el relato de las aventuras que les ocurrieron en el tormentoso Océano Glacial Ártico durante el corto verano de que gozaron; mas cuando el hielo cubrió toda la superficie de este mar, a la vez que acabó con las tempestades, impidió a los exploradores proseguir su viaje. Viéronse, pues, obligados a parar el buque en la costa, y determinaron construir una casita en donde guarecerse, sirviéndose para ello de los tablones de su navío, a fin de pasar lo menos mal posible los largos meses de la noche ártica.
Oíanse a su alrededor los osos y las zorras, contribuyendo con su peligrosa cercanía a que los infelices exploradores sintiesen muchísimo más la falta de las cómodas casas que en su patria habían dejado. Cuando al fin volvió la primavera, construyeron un bote y en él se embarcaron para Europa; algo más tarde fueron recogidos por un buque, pero el héroe Barents había perdido su vida en el bote. Puede darnos alguna idea de qué clase de gente era ésta, la noticia que hallamos en su diario de que nunca perdieron ocasión que se les presentase para exponer al aire libre los preciosos enseres que se les habían confiado. En el museo Rijks, en Amsterdam, se hallan expuestas unas cuantas bagatelas abandonadas en la casa que les había servido de albergue en Ice Haven: libritos e instrumentos, prendas de vestir, candelas que todavía hoy pueden encenderse. fue todo esto descubierto por un capitán noruego, quien lo ofreció a Holanda en memoria de sus valientes hijos, 274 años después que habían cerrado la puerta sus propietarios, para emprender el ansiado viaje de regreso a su patria.
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